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Amigo tuyo, condiscípulo tuyo.... ¿Pepe López? No. Diga usted, tía.... Adivina. ¿Eduardo, el hijo del alcalde? No. Eduardito es un pedazo de alcornoque. ¡El, el hijo del alcalde, prendarse de una muchacha pobre? ¡Cuándo! El enamora a Gabrielita Fernández.... ¿A la jovencita rubia, la que toca muy bien el piano? ¿Ya la conoces? El otro día la vi en la reja. ¡Guapa! ¿No es verdad?

Algunas veces también nos gusta... Cuando tropiezan una moza guapa y rica. ¡Ya!... Aquí viene usted equivocado... Ni lo uno ni lo otro... Aquí no podemos ofrecerle más que miseria y compañía... Vaya concluyó, echándose a la espalda el haz que acababa de liar, hasta luego, que me voy... Rosa, a ver si te das arte para atrapar a este señorito... Quede con Dios, D. Andrés...

Era muy guapa, y con el hábito blanco de novicia, la cabeza prisionera de la rígida toca, muy coloradas las mejillas, lucientes los ojos, los labios hechos fuego, las manos en postura hierática y la modestia y castidad más límpida en toda la figura, interesaba profundamente.

Al bajar Pepita al comedor, enfurruñada y triste por su esfuerzo epistolar, no pudo contener la admiración, viendo á su madre. ¡Pero, mamá! ¡Qué guapa estás! ¡Qué elegante te has puesto!...

No tardamos Villalonga y yo en hacernos amigos de los amigos de aquella gente... No te rías... Te aseguro que Villalonga me arrastraba a aquella vida, porque se encaprichó por otra chica del barrio, como yo por la sobrina de Segunda. ¿Y cuál era más guapa?

Pasado el primer instante de estupor, mi madre me cubrió de besos, mi padrastro lloró de ternura, Inesilla me cogió el saco de mano y comenzó a darle vueltas. ¡Ave María Purísima! La chica era guapa, una real moza, fresca, garbosa, con cada ojazo, y ¡un pelo más hermoso! Lo que se llama una gran mujer.

Los beneficios con que aquella gran señora nos colmó a mi padre y a son de los que no pueden pagarse. Pasaba entonces de los cuarenta, ya lo creo; lo que se dice una jamona; antes fea que guapa, para ser sincero, pero con un no qué de alegría, desenvoltura y buena gracia, más atractivo que la misma belleza.

Luego no hay escape: cuando yo hice la memada de dejarla, encontró con quien casarse y aprovechó la ocasión. ¡Bien le ha sentado el matrimonio!... Está mil veces más guapa que antes. ¡Y yo que llegué a creer que me quería!

No, Cupido del demonio: fuera guitarras. ¡Qué cosas se te ocurren! Lo que importa es prestar auxilio a esas señoras. Ya ves, ¡si ocurriera una desgracia!... El barbero, atajado en su proyecto novelesco fijó sus ojos en Rafael. te interesas también por la ilustre artista... ¡Ah pillo! También te ha dado golpe por guapa... Pero ya recuerdo; la has visto: me lo dijo ella.

En fin, si estás comprometido con la otra no digo nada... ¡Pero lo que es como guapa!... Y la familia, la misma... Estas palabras hicieron una impresión extraña en Gonzalo. El pensamiento así expresado era la fórmula brutal, pero exacta y precisa de su vago imaginar, de cierto desasosiego que le había quedado desde la noche anterior.