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La lucidez de mi amoroso anhelo entrevé tu límpida mirada, que a través de las sombras de tu velo me hiere el corazón como una espada. Marchando, silenciosa y recatada, hacia el altar, con religioso celo, pareces una virgen arrancada de las alturas del divino cielo. La nieve de tu frente se ilumina cuando el ungido tu presencia acierta y a darte el cuerpo de Jesús se inclina;

Al contacto de sus pequeñas manos que estrechaban las mías con fraternal cordialidad la realidad de mis ensueños renació; luego, apoyándose en el brazo de Oliverio y en el mío con la familiaridad propia de una hermana, con igual presión sobre el uno que sobre el otro y derramando sobre ambos, como un verdadero rayo de sol la límpida luz de su mirada directa y franca, como quien siente un poco de cansancio subió las escaleras del salón.

El espíritu americano no ha recibido en herencia ese instinto poético ancestral, que brota, como surgente límpida, del seno de la roca británica, cuando es el Moisés de un arte delicado quien la toca.

El suelo más estéril y hasta la arena pura, producen una vegetación exuberante cuando se empapan de este líquido; por otra parte, el agua que servía de vehículo á todas las materias del albañal, se encuentra así limpia por la operación química de las hierbas y raíces; recogida subterráneamente en los conductos paralelos á las cañerías de agua sucia, puede entrar en la ciudad para limpiarla y proveerla ó bien dirigirse hacia el río sin enturbiar la límpida corriente.

Su masa soberana los átomos me trae de mundos que lejos son; me alienta su sonrisa de límpida mañana, y cuando por la tarde mi resulta vana encuentra en sus tristezas un eco el corazón.

Nada había cambiado, y la misma tía Liette, recta y menuda con su traje sencillo de lana, con su bello perfil de camafeo bajo el cabello apenas encanecido en las sienes y su mirada límpida que reflejaba la serenidad de su alma, la misma tía Liette había envejecido tan poco, que al preguntarle de repente Carlos: Tía Liette ¿cuándo vas a pedir tu jubilación?

Herminia, muy inocentemente, pensaba en Mauricio, porque le había visto al principio muy enfermo y, al marcharse, muy interesante, y después muy sano y mucho más interesante aún. Tenía en el oído el sonido de su voz, y la mirada límpida, franca y ¡tan dulce! que le había dirigido, había penetrado hasta su alma.

Su delgadez era espantosa y la señora Chermidy hubiera tenido sumo placer en verla. Se podía decir que debajo de la piel límpida y transparente no tenía más que huesos y tendones; los pómulos parecían salírsele de la cara. ¡Verdaderamente era preciso que la señora Chermidy fuese muy impaciente para pedir algo más!

Al pie de una gran peña que la cobija, rodeada por todas partes de zarzas y espinos y madreselva, menos por la estrecha abertura que sirve de entrada, brota de la piedra un chorro de agua límpida, se desparrama sobre ella en hilos de plata, cae formando burbujas en un recipiente de granito, se trasvierte luego y fluye en menudos cristales y resbala por el césped.

¡Adelante, mi fiel Iscar! ¡ya lo ves, el mar está azul y el oleaje viene a acariciar dulcemente tu ancho pecho, blanqueado por la espuma! ¡Adelante! ¡ hundes en el agua límpida tus narices que se abren temblorosas! y tu larga crin se cubre de perlas brillantes como gotas de rocío. ¡Adelante! mueve aún tus corvas vigorosas que hienden las olas.