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También iba á caballo, pero la «señora marquesa» se negaba á aceptar su compañía. Vaya usted á sus negocios, señor Pirovani. Mi marido dice que los descuida usted mucho, y eso me entristece... El señor Watson está más libre ahora y me acompañará. Acababa el italiano por aceptar tales palabras, con cierto agradecimiento. ¡Cómo se interesaba por sus negocios esta mujer!

Esa era una idea que interesaba a Dunstan y que implicaba consecuencias completamente nuevas. Si el tejedor había muerto, ¿quién tenía derecho a su dinero?, ¿quién sabía que alguien había entrado a tomarlo?

Era un buen cristiano, pero de tal modo se había entregado a la música, que en él quedaba muy poco del antiguo fraile. Cuando le anunciaban, que pronto se restablecerían los conventos, levantaba los hombros con indiferencia. Le interesaba más una sonata nueva. Pues bien, Gabriel: aquel hombre tenía frases que han quedado en mi memoria para siempre.

Era muy guapa, y con el hábito blanco de novicia, la cabeza prisionera de la rígida toca, muy coloradas las mejillas, lucientes los ojos, los labios hechos fuego, las manos en postura hierática y la modestia y castidad más límpida en toda la figura, interesaba profundamente.

Lo que más le interesaba por el momento eran las indemnizaciones que iba á tomar pronto por los terrenos expropiados en Carrio. Al fin no había tenido más remedio que ceder ante la fuerza mayor. Las tierras iban á ser partidas por el ferrocarril minero, y un puñado de oro iba á caer en sus manos. Lo agrio con lo dulce.

»Antes que él saliera de la admiración de verme allí, y eso que lo sospechaba por el carruaje que aguardaba en la calle, comencé yo a darle cuenta, en voz muy baja y con el mayor laconismo que pude, de todo lo que le interesaba saber sobre lo que ocurría en mi casa y en la suya. ¡Pobre chico! ¡Qué rato le di y qué horas le preparé! «Pero ¿por dónde se supo? ¿Qué mano ha escrito esoLa misma pregunta que arriba; la misma que me hacía yo. ¿Y quién podía indagarlo mejor que él?

Además, el hombre que se había creído amado por la reina, don Juan Téllez Girón, el hombre por quien acaso la reina se interesaba, el que se había casado con doña Clara Soldevilla para cubrir acaso á Margarita de Austria; el recuerdo de aquel hombre, roía el alma del padre Aliaga. Porque el padre Aliaga, desesperado y loco, estaba celoso.

Habla, ¡habla por el amor de Dios! Y habló de esta manera Nieves, con mayor frescura de la que ella se había imaginado: Una vez, en Sevilla, te empeñaste en saber si me interesaba mucho o poco la venida de Nacho a vivir con nosotros aquí. Fue unos días antes de ponernos en camino. ¿Te acuerdas? que me acuerdo: adelante. Pero me lo preguntaste de un modo tan particular, que me aturdí.

El egoísmo era la única pasión que vibraba en ellos. Sólo habían aprendido que eran miserables y no debían serlo. La suerte de sus compañeros de infortunio, de una inmensa parte de la humanidad, miserable y triste, no les interesaba.

Como á Robledo no le interesaba la maligna conversación de las dos señoras, y menos aún el talento poético de la dueña de la casa, aprovechó un momento en que ésta le volvía la espalda para saludar á sus admiradores, y pasó al gabinete donde había estado antes.