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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Todavía flotó un momento en su imaginación el fantasma indeterminado y vago de aquella pobre muchacha que, como él, acaso vivía consumida por las penas. Una chica guapa que trabajaba para comer. Ese debió de ser también el destino de Cristeta.

Me parece que repuso la mendiga, sintiendo de nuevo una gran confusión o vértigo en su cabeza. Alto, bien plantado, hábitos de paño fino, ni viejo ni joven. ¿Y dice que se llama D. Romualdo? D. Romualdo, señora. ¿Será... por casualidad, uno que tiene una sobrinita nombrada Doña Patros? No cómo la llaman; pero sobrina tiene... y guapa. Pues verá usted mi perra suerte.

El matrimonio es la verdadera vocación de la mujer, y no veo nada de espantoso en que una guapa muchacha se case con un buen mozo de su gusto... ¿Qué dice de esto la señorita? Al decir esto me estaba pellizcando amistosamente una oreja y moviéndola para despertar mi atención. Es que, hasta ahora, no tengo gana de casarme... ¡Soy tan feliz a tu lado! Frase clásica de dama joven.

Fue a parar a donde van todos los pícaros gordos que huyen de la justicia de su patria: a los Estados Unidos; y allí murió dos años después, de un torozón que le evitó ser linchado, y cuando comenzaba a recoger el fruto de una empresa que había fundado en compañía de otros dos estafadores a la alta escuela. ¿De manera que también Nica Montálvez está viuda? También viuda y también muy guapa.

Déjala... Yo te acompañaré adonde quieras. No faltaría más...; ¡ir sola, de noche, por esas calles! En Madrid hay mucho atrevido. Te lo digo con franqueza, porque yo no soy ningún anacoreta. A los pícaros españoles nos gustan tanto las hembras bonitas... No, hija, no. No puedes andar sola de noche. Estás cada día más guapa, y por dondequiera que vas llamas la atención.

El bello ideal de doña Anuncia había sido siempre un viaje a Venecia con un amante; pero una vez que el siglo estaba metalizado y las muchachas no sabían enamorarse, ella quería utilizar, si era posible, la hermosura de Ana, que si se alimentaba bien sería guapa como su padre y todos los Ozores, pues lo traían de raza. , era preciso darle bien de comer, engordarla.

¡Pues si la hubieses visto, como yo, sin corsé! exclamó Isabel. ¡Para matarla, hija!... El vientre le arrastra por el suelo. Y la mitad del pelo que lleva es postizo: me lo ha dicho su peinadora. ¡Vamos, callaros ya! dijo Mercedes con enojo. Que sea guapa ó fea, ni á vosotras ni á nos debe tener con cuidado.

Rafael fingía escucharles mientras preparaba mentalmente la pregunta que desde el día anterior deseaba hacer a don Andrés. Por fin se decidió: Usted que conoce a todo el mundo. ¿Quién es una señora muy guapa que parece extranjera y que encontré ayer en la montañita de San Salvador?

Yo me desvivo por la niña. En casa no entendemos la caridad a medias. Todos los días se ve recoger a un pariente pobre, ¿para qué? para ahorrar un criado o una doncella; se le arroja un mendrugo y no se le paga soldada. Pero nosotras entendemos la caridad de otro modo. En fin, ustedes verán a la niña. Y que va a ser guapa. Ya verán ustedes.

Lo esencial es que se ha puesto hermosísima, mucho más guapa que antes. En fin, tengo ese capricho y me da la gana. Ha engordado..., antes tenía el pecho como de ninfa jovencilla, hoy debe de tenerlo como la diosa de la abundancia. ¡Me da una ira pensar que el burro de Martínez!... No es que yo me arrepienta; pero la verdad es que anduve algo precipitado en dejarla

Palabra del Dia

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