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El primer fondo, que, sin saber lo que hacía, comenzó a leer, hablaba de la brevedad de la existencia y de los acendrados sentimientos católicos de la redacción. «¿Qué eran los placeres de este mundo? ¿Qué la gloria, la riqueza, el amor?». En opinión del articulista, nada; palabras, palabras, palabras, como había dicho Shakespeare. Sólo la virtud era cosa sólida.

Chile, inspirado por un orgullo nacional mal entendido, ha dificultado la acción de los gobiernos que en nombre de sentimientos de humanidad y alta política hubieran deseado ofrecer sus buenos oficios para preparar una solución. Fue un error cuyas consecuencias sufre en este momento.

En la ternura formada por sacrificios, abnegación, consagración, en el amor serio, en fin, él no creía. Y, sin embargo, todos los sentimientos que en otro tiempo habría calificado implacablemente de sensiblería, hacían presa en él ahora.

Especialmente en todo lo que tocaba á la expansión de los sentimientos mostraba una libertad censurable, una falta de moderación por completo antifilosófica, que contrastaba con la actitud siempre admirable de su marido.

Estas páginas son demasiado íntimas; permita el lector que sobre ellas guarde secreto. Existe una, sin embargo, que debo hacerla pública por la extraña coincidencia profética de sus leyes, y de los sentimientos entre el destino de la madre y el del hijo.

Pero el espíritu de rectitud y la convicción de que era responsable de los efectos de su conducta en los demás, que eran los elementos poderosos de su carácter, le habían hecho contraer el hábito de escrutar los sentimientos y las acciones de su pasado con los cuidados minuciosos de un examen de conciencia.

Clarita tiene un entendimiento muy sano, un natural excelente: pero, no lo dudes, á fuerza de dar tormento á su alma para que confiese faltas en que no ha incurrido, pudiera un día torcer y dislocar los más bellos sentimientos y convertirlos en sentimientos pecaminosos; pudiera concebir del escrúpulo de su conciencia, inquisidora del pecado, el pecado mismo que antes no existía.

Contra Tomás no se atrevió a revolverse por no herir los sentimientos de Rosa, aunque buenas ganas se le pasaron de hacerlo.

La sangre de Abd-el-Melyk estaba aun caliente, cuando, henchida de gozo, levantabas á Aben-Abed sobre tu escudo: ¿qué se habian hecho ya tus sentimientos? ¿ni una lágrima tenias siquiera para el nieto de Gehwar, de ese califa que habia sabido inmolar en tus aras todas sus pasiones? ¿qué creías poder aguardar de esos emires de Sevilla? no hicieron mas que cubrirte de vergüenza y de ignominia: no respetaron ni tu trono.

Nuestros dramáticos escribieron también para el pueblo, inspirados y llenos de los sentimientos del pueblo, pero de un pueblo que moría, de un pueblo cuya civilización castiza y propia iba a desaparecer, y cuyo espíritu de entonces no había de ser el espíritu de ahora.