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No eran sino hojas caídas: el Parque, tan animado siempre, se veía solitario; sólo algunos agüistas tardíos, enfermos de veras, paseaban la acera de asfalto, henchida ayer del roce de ricos trajes y del rumor de alegres conversaciones.

Sin embargo, como tenía henchida el alma de graves y profundos secretos y Pablito no se despegaba de Nieves aunque le echasen agua caliente, después de haberle silbado para llamarle la atención, se aventuró a descargar el fardo en público, a riesgo de que sus confidencias no fueran bien entendidas y apreciadas por el elemento femenino de la tertulia.

Ahogábase entre las tapias; necesitaba ver su campo, como los que necesitan contemplar su desgracia para anegarse en la voluptuosidad del dolor. Y con las manos llenas de barro volvió á salir de la barraca, quedando plantado ante su bancal de mustio trigo. A pocos pasos, por el borde del camino, pasaba murmurando la acequia, henchida de agua roja.

Aquella sangre, henchida de juventud, que discurría por sus venas azuladas, tiñendo de carmín las mejillas y latiendo poderosa en las sienes, tenía fuerza bastante para ahogar los negros fantasmas de la imaginación. Era el suyo un temperamento feliz que sólo muy tristes y odiosas circunstancias podían volver desgraciado.

Mas ; los elementos obedecen sólo una ley, y ante ella, cual el suelo, los infinitos mundos se estremecen. Mintió quien en tu sér forjó su anhelo... Mas... ¿por qué mis pestañas se humedecen al levantar los ojos hácia el cielo? A mi ruego tenaz por fin rendida, ella, oculta en la sombra, me esperaba, y yo, de orgullo y gozo el alma henchida, buscándola, en la sombra caminaba.

No, señor: la mar... Tampoco la mar propiamente, sino la embarcación con que anda por ella: su balandro... ¡qué balandro?... su yacht. ¡Canástoles! ¿Y tiene un yacht... un yacht de veras? preguntó Nieves, apartando sus ojos de las acuarelas para fijar en el boticario su mirada henchida de curiosidad.

Sabed que ha sido siempre costumbre del Pájaro Verde que el último en llegar pague una convidada. ¿Os conformáis á ello? Me guardaré yo de contravenir los usos de vuestra casa, señora ventera. Pero no estará de más decir que si mi voluntad es buena mi bolsa no está muy henchida; sin embargo, daré con gusto hasta un ducado por obsequiar á los presentes.

Cuando la señorita invitada se levantaba para apoyarse en su brazo, empezaban a sentirse dueños de mismos. Otros menos osados daban tres o cuatro chupadas intensas al cigarro, despidiendo el humo hacia el pasillo, y, después de arrojar la punta, se dirigían pausadamente hacia alguna joven de las menos agraciadas, que les pagaba su atención con una sonrisa henchida de promesas amables.

Era el ansia henchida de gozo del glotón que se encuentra frente a su plato favorito después de largo ayuno. Por aquel rostro encendido, brillante, pasaba una muchedumbre de soplos cálidos, cargados de congojas, sobresaltos y anhelos voluptuosos, en revuelta y vaga confusión.

»Con motivo tan poderoso y la promesa formal de ser más diligente para escribirte en lo sucesivo, termino aquí esta carta ofreciéndote su extensión y las franquezas de que va henchida, como ejemplos que estás obligada a imitar cuando me contestes; sobre todo el de la franqueza. Con ella y el acopio que habrá en casa, ¿qué mejor novela para que la carta que me escribas?