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El padre carecía de creencias, tal vez a consecuencia de su simpatía hacia aquel partido progresista que siempre mintió respeto a la religión, sin ocultar mala voluntad al clero; Leocadia y doña Manuela eran mujeres mal dirigidas, o mejor dicho, descuidadas.

A estas cinco causas, como capitales, se pueden agregar algunas otras que sean justas y razonables, y que obliguen a tomar las armas; pero tomarlas por niñerías y por cosas que antes son de risa y pasatiempo que de afrenta, parece que quien las toma carece de todo razonable discurso; cuanto más, que el tomar venganza injusta, que justa no puede haber alguna que lo sea, va derechamente contra la santa ley que profesamos, en la cual se nos manda que hagamos bien a nuestros enemigos y que amemos a los que nos aborrecen; mandamiento que, aunque parece algo dificultoso de cumplir, no lo es sino para aquellos que tienen menos de Dios que del mundo, y más de carne que de espíritu; porque Jesucristo, Dios y hombre verdadero, que nunca mintió, ni pudo ni puede mentir, siendo legislador nuestro, dijo que su yugo era suave y su carga liviana; y así, no nos había de mandar cosa que fuese imposible el cumplirla.

Convenciendo, pues digo a tantos ingenios, parece imposible, a él no solo no le convencieran, pero ni aún le hicieran duda, como varias veces me respondió o por decirlo mejor, me mintió.

Mas ; los elementos obedecen sólo una ley, y ante ella, cual el suelo, los infinitos mundos se estremecen. Mintió quien en tu sér forjó su anhelo... Mas... ¿por qué mis pestañas se humedecen al levantar los ojos hácia el cielo? A mi ruego tenaz por fin rendida, ella, oculta en la sombra, me esperaba, y yo, de orgullo y gozo el alma henchida, buscándola, en la sombra caminaba.

»Entonces...,¡oh!, entonces, si mintió en lo que me dijo, no hay verdad que valga lo que aquellas mentiras. Si todo era una comedia, ¡qué bien la representaba! Pero, fuéralo o no para él, para era una hermosa realidad de la vida la parte que desempeñaba yo en la escena con todo mi corazón.

Hay instantes en que resulta grosera la más delicada voluptuosidad: amar sin deseo es peor que comer sin hambre. Anda dijo ella, tragándose el salado amargor de las lágrimas ; confiesa que no vuelves..., que te has cansado de . Entonces él no pudo más, y mintió por salir del atolladero, exclamando: ¡No he de volver! A esta frase se agarró ella como a clavo ardiendo.

¡No la trato de miserable porque haya rehusado casarse conmigo... sino porque durante meses y años ha alentado mi pasión, porque me ha hecho creer que la compartía... y porque mintió, en fin!... Vamos a ver, señora, ¿cree usted que soy un niño? ¿cree que pude engañarme con respecto a su actitud, a sus miradas, a su acento, a su silencio mismo?

Velázquez mintió; dijo que había recorrido antes otros dos, y que en ellos había bailado; pero aunque tenía por cierto que la vecina se lo diría, no tuvo valor para confesar que había estado antes en su casa, esperando que de aquella conferencia saldría algo que evitase tal humillación.

Al volver, paseó largo rato con los brazos cruzados y las manos en los sobacos, temblando de frío, agitando sus piernas violentamente, como si temiese quedar yerto. Feli abrió los ojos y mostró asombro al ver a Isidro en mangas de camisa. Iba a constiparse: hacía mucho frío. ¿Dónde tenía sus ropas?... Maltrana mintió con un cinismo que hacía llorar.

Mintió con el ilogismo absurdo y descarado del que se ve en peligro de muerte; hubo necesidad de releer sus primeras declaraciones, que negaba ahora; de presentar nuevamente las pruebas materiales, cuya existencia no quería admitir; de hacer desfilar su pasado entero con el apoyo de aquellos datos irrefutables de origen anónimo.