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Á la derecha se descubrian tres grupos brillantes, que eran otros tantos cafés de canto, en cuyas fachadas habia juegos de gas que representaban varios caprichos, entre otros, un águila con las alas abiertas y caidas, como si remedara un lloron.

Yacía sola y abandonada, a la puesta de sol, en medio de las caídas columnas de un templo en ruinas, en actitud graciosa aunque melancólica, mientras que su marido se alejaba rápidamente, con una mujer de rojo cabello, pavoneándose a su lado en un lujoso carruaje tirado por un magnífico tronco. Apoyada sobre la maleta que acababa de llenar, compuso el plan del lúgubre poema de su desgracia.

Reunidas en el comedor, tenían las manos lánguidamente caídas sobre la carpeta de terciopelo rojo, menos Carmen, que con las suyas se cubría la cara para seguir más abstraída en la imaginación de las escenas que había evocado la anciana. ¡Qué mal hace abuelita, dijo Zoraida, de hablar así delante de esta chica! Tiene ya la cabecita llena de novelas.

Llegó a decirme, en el calor de su entusiasmo, que se le figuraba que era yo mejor poeta que Pepe Ruiz, el autor de Hojas del árbol caídas juguete del viento son. En su boca era mejor elogio que si me hubiera colocado por encima de Homero.

Eran los agentes que habían intentado examinar los bolsillos del gigante después de haber registrado toda la Galería en busca de Ra-Ra. Algunas de ellas tenían manchas de sangre en el rostro y en las ropas; otras, sentadas en el suelo, se quejaban de tremendos dolores en sus miembros. Pero estos dolores, así como la sangre, eran una consecuencia de las caídas que habían dado al huir del gigante.

Esto no obstante, dos siglos antes de Ratier y de Hahnemann , se han escrito estas palabras: «En las contusiones y las caidas tiene el árnica una virtud tan grande y es tan directa, que apenas se encuentra en los tres reinos de la naturaleza un remedio simple tan eficazEn el dia, gracias á los trabajos modernos y á los ensayos fisiológicos de esta planta, sus propiedades se han divulgado de otro modo y se han confirmado para siempre con la esperiencia.

Las tierras recientemente removidas, los negros agujeros practicados en las paredes de la orilla, nos revelan el sitio donde se ocultan los conejos y los zorros; al notar nuestra presencia, las serpientes enroscadas desenrrollan rápidamente sus círculos y desaparecen en la espesura; las lagartijas, más rápidas, corren haciendo crugir las hojas caídas; los insectos saltan sobre la arena ó se balancean por las hierbas.

Una gran señora podía adoptar medios de existencia que años antes hubieran provocado escándalo. Ella conocía en Niza muchas damas rusas que daban grandes fiestas en sus salones antes de la guerra, y ahora, caídas en la pobreza, se ingeniaban para ganarse el pan á su modo. Una iba á abrir una tienda de sombreros, contando con sus antiguas amistades para formarse una clientela.

La más pequeña mata de hierba proyecta sombra. Concluyose la espera, las aves nos ven; es forzoso volver a casa. Caminamos envueltos por una inundación de luz azul, ligera, polvorienta, y cada uno de nuestros pasos en los estanques y en las acequias, revuelve en ellos millares de estrellas caídas y fulgores de rayos de luna que llegan hasta el fondo del agua...

De repente, a la altura de la Casa de la Moneda, paráronse los paseantes, agrupándose bajo los árboles, y los coches moderaron su carrera, llamándose a derecha e izquierda para dejar una calle en medio... Por ella se adelantaba al trote largo un magnífico landó de Binder, caídas a uno y otro lado las capotas de chagrín finísimo, arrastrado por dos soberbios bayos oscuros, dos steppers de grande alzada y poderoso trote que la mano férrea de Tom Sickles manejaba tan fácilmente como movía el viento los ramos de lilas y claveles que lucían los nobles brutos en las brillantes frontaleras.