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Más allá, alguien acaso en ausencia del que abandona la carpeta, ha dicho también temblorosamente y en voz sibilante, como el vago chirrido de un puñal que sale de la herida: Bueno, basta; ya viene el día...

Debe de estar, como la mayor parte de los hombres, por de fuera, encuadernado con un lujo asiático, y por dentro en blanco: su carpeta, que será más elegante si puede cerrarse a guisa de cartera, debe ser de la materia más rica que se encuentre, adornada con relieves del mayor gusto, y la cifra o las armas del dueño: lo más caro, lo más inglés, eso es lo mejor: razón por la cual sería muy difícil lograr en España uno capaz de competir con los extranjeros.

Rivadavia había puesto en la carpeta de su bufete como asunto vital la navegación interna de los ríos; en Salta y Buenos Aires se había formado una gran asociación que contaba con medio millón de pesos, y el ilustre Sola realizado su viaje y publicado la carta del río. ¡Cuánto tiempo perdido desde 1825 hasta 1845! ¡Cuánto tiempo más aún hasta que Dios sea servido ahogar el monstruo de la Pampa!

En una de las carpetas de estudio, dos recogidas velaban: una era Belén, que leía en su libro de rezos, y la otra Mauricia la Dura, que tenía la cabeza inclinada sobre la carpeta, apoyando la frente en un puño cerrado. Al principio, su vecina Belén creyó que rezaba, porque oyó cierto murmullo y algún silabeo fugaz. Pero luego observó que lo que hacía Mauricia era llorar.

Salió don Bernardino satisfecho, muy satisfecho; en el saloncito tropezó con un empleadillo, que traía la carpeta de notas a la firma de S. E. y rondaba la entrada del despacho, esperando el fin de la entrevista, y Esteven pasó erguido, sin dignarse atender a la mirada provocativa que los ojillos de víbora del cuñado le lanzaron, desde el fondo del salón rojo.

Stein había desaparecido. Capítulo XXVIII El día siguiente al de los sucesos referidos en el capítulo que precede, el duque estaba sentado en su librería enfrente de su carpeta. Tenía en la mano la pluma inmóvil y derecha, semejante a un soldado de ordenanza que no aguarda más que una orden para ponerse en movimiento.

Así, por ejemplo, yo daría cualquier cosa por estar dotado del inapreciable don de condensar en el espacio de ocho ó diez cuartillas todas mis impresiones, las buenas lo mismo que las malas, y referir las mil y una peripecias que me han ocurrido, desde el último abrazo que me dió Hernández Guzmán en el andén de Villanueva, hasta el último timbrazo inútil que acabo de dar para que me traigan una pluma algo más digna de su nombre que este horrible mocho de escoba que me facilitaron en la carpeta del hotel en que me hospedo.

Sentose enfrente de su amigo, pidió un vaso de leche y esperó a que aquél, en gracia del trascendental acontecimiento que acababa de efectuarse, se dignase hacerle algunas preguntas. Nada. Moreno había dejado los periódicos políticos y leía con atención uno ilustrado que andaba siempre de mesa en mesa metido en una carpeta sucia y despellejada. Mario no pudo más.

Pero Facundo jugaba con fondos ilimitados; no permitió jamás que nadie levantase de la mesa el dinero con que jugaba; no era posible dejar de jugar sin que él lo dispusiese; él jugaba cuarenta horas, y más, consecutivas; él no estaba turbado por el terror, y él podía mandar azotar o fusilar a sus compañeros de carpeta, que muchas veces eran hombres comprometidos.

¿Me da vuecencia venia para entrar? decía una voz poco firme y contrariada á la puerta de la cámara del duque de Lerma. Dejad ese despacho, Santos dijo el duque de Lerma á un secretario que trabajaba con él y enviad á buscar á mi sobrino el conde de Olivares. Levantóse el secretario, arregló los papeles, los puso en una carpeta y luego aquella carpeta en un armario. Después salió.