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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Grave y trascendental debió de ser lo que trataron ambas mujeres, porque a pesar de hallarse solas, Cristeta bajó la voz cuanto pudo, limitándose Inés a contestar con inclinaciones de cabeza y caídas de párpados, que denotaban conformidad y sumisión.
Y Leonora, siempre con los ojos en la luna, la nuca apoyada en sus brazos, que escapaban nacarados, fuertes y redondos de las caídas mangas, hablaba lentamente, evocando sus recuerdos, viendo pasar ante su imaginación la escena de intensa poesía, la glorificación y el triunfo de la Naturaleza y el amor.
El musgo que tapiza el fondo del barranco y recubre las raíces de los árboles, se presenta hinchado del líquido absorbido durante la última inundación: dilatados como esponjas, guardan, durante mucho tiempo, la fecunda y bienhechora humedad; después, á la más insignificante lluvia, se hinchan de nuevo, empapándose con avidez de las gotas caídas.
Pero la árnica no constituye por sí un tratamiento completo, si bien basta admirablemente para prevenir aquellos; no hay médico que posea este medicamento heróico, que no haya observado, que las fracturas, heridas, contusiones graves, caidas y otros casos de este género tratadas por el árnica, no ofrezcan fiebre ni complicacion.
Una tarde de Diciembre, Lafontaine y su esposa paseaban por el bosque, y la color gris del cielo nuboso y el crujir de las hojas caídas y el silencio de las fuentes heladas debían tener para ellos elocuencia muy triste. De pronto, un árbol se desplomó sobre la anciana, aplastándola. Lafontaine lanzó un grito, su mejor grito tal vez, y perdió el conocimiento. Su corazón estalló.
A nuestro alrededor todo era soledad, silencio interrumpido solo por el zumbido de la abeja y el canto de los pájaros; profundos barrancos cubiertos de árboles que nunca hacha alguna ha tocado; alturas todavía de más difícil exploración, coronadas de árboles; arroyos y torrentes que forman precipicios y caídas de agua, dirigiéndose hacia el gran receptáculo del Océano.
Unas representaban la vida de Napoleón I, desde Toulon a Santa Elena; otras, las aventuras de Matilde y Malec-Adel; otras, los lances de amor y de guerra del Templario, Rebeca, Lady Rowena e Ivanhoe; y otras, los galanteos, travesuras, caídas y arrepentimientos de Luis XIV y la señorita de la Valière.
Los sombreros, nuevos y flamantes unos, deformados e incoloros otros, con alas caídas y bordes de sierra, cubrían unos rostros en los que se mostraba toda la gradación del gesto humano, desde la indiferencia abobada y bestial, a la acometividad del que nace bien preparado para la lucha por la vida. Aquellos hombres recordaban lejanos parentescos animales.
Las mejores son las que se arrancan a mano del árbol; siguiéndolas en valor las que se recogen de su pie después de caídas, naturalmente, y las menos estimadas son las silvestres.
Está callada, callada, con la cabeza baja, con los ojos cerrados, con las hojas rotas en las manos caídas.
Palabra del Dia
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