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Ella misma, sin darse cuenta, rompió el encanto: habiendo avanzado la mano sobre la mesa, en la órbita luminosa de la lámpara velada, irradiaron los fulgores del rubí de su anillo de novia y el ojo de Juan, atraído, vio como sangrar la mano de su amada. Con este simple juego de luz, la realidad entró de nuevo en su espíritu como dueña imperiosa, suscitando el recuerdo del novio.

Tal vez Ataide, que sufre y ama, ve en la corriente, pasando rápida, su vida entera, su vida ingrata, en fugitivas sombras fantásticas, y en voz de llanto doliente exclama: «¡Ay vida triste! ¡Corriente amargaSus negros ojos lucientes lanzan fulgores lúgubres, siniestras ráfagas, cual si en su seno, con furia insana, se revolviese tormenta brava.

Hablaban de Mallorca como de un lugar de delicias; recordaban las provincias de tierra firme, de las que eran hijos muchos de ellos, como paraísos a los que ansiaban volver. ¡Las mujeres!... Era un anhelo, un ansia que hacía temblar sus voces y ponía en sus ojos fulgores de locura.

La más pequeña mata de hierba proyecta sombra. Concluyose la espera, las aves nos ven; es forzoso volver a casa. Caminamos envueltos por una inundación de luz azul, ligera, polvorienta, y cada uno de nuestros pasos en los estanques y en las acequias, revuelve en ellos millares de estrellas caídas y fulgores de rayos de luna que llegan hasta el fondo del agua...

¡La campana de don Miguel! repitió una voz junto a Ojeda .Hay que tener resolución... ¡Arriba! Y entre el revoloteo de las cubiertas repelidas, pasó sobre él un cuerpo de satinados y firmes contactos. La vio de pie ante la chimenea, envuelta en fulgores de horno que inflamaban con tono arrebolado las nacaradas blancuras de su desnudez.

Al siguiente año se alumbró la huerta con gas; y como á sus fulgores se veía muy claro, presentáronse las damas, muy compuestas, á las nueve; no empezaron á bailar hasta las diez; las más rendidas lo dejaron á las doce..., y subió la cuota á treinta reales. Estos despilfarros puede decirse que señalan el comienzo de la era moderna de los bailes campestres de Santander.

Habitualmente encuentro muy bien al señor Boulmet, pero hoy me es sencillamente odioso... Su cráneo desnudo me parecía el receptáculo de un mundo infinito de malos pensamientos; aquellas dos cositas brillantes que esconde bajo sus anteojos de oro despedían para fulgores satánicos, y hasta su bigote gris, de aspecto ordinariamente bondadoso, tomó a mis ojos una significación agresiva.

No en distinto sentido pudo afirmar Tocqueville que la poesía, la elocuencia, las gracias del espíritu, los fulgores de la imaginación, la profundidad del pensamiento, «todos esos dones del alma, repartidos por el cielo al acaso», fueron colaboradores en la obra de la democracia, y la sirvieron, aun cuando se encontraron de parte de sus adversarios, porque convergieron todos a poner de relieve la natural, la no heredada grandeza, de que nuestro espíritu es capaz.

Por su parte, Lope acaso buscando el efecto de castigar la tiranía de don Tello por la mano de un rey adolescente, con lo que hace brillar con mayores fulgores el prestigio real; como en Los Novios de Hornachuelos el valetudinario Enrique III, que tiembla con el frío de la cuartana, rinde al tirano de Extremadura lo supone acaecido en los comienzos del reinado de Alfonso y acumula alusiones a hechos históricos de esa época.

De codos en la verja contemplábamos nosotros el espectáculo arrobador de aquel espléndido crepúsculo, el panorama de Villaverde alumbrado por los rojos fulgores del naciente día que incendiaba con reflejos de hornaza los celajes que bogaban en el horizonte. Angelina: exclamé, estrechando la mano de la doncella ¿me amarás siempre, siempre, como yo te amo?