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Una tras otra, inspeccionó todas las piezas de la casa, jugando «a los propietarios» como los niños «a las personas mayores» y aprobándolo o criticándolo todo con un aplomo y una convicción de las más graciosas. Tan bien representaba su papel, que se engañaba a misma, y si la de Candore se hubiera presentado de pronto casi la hubiera recibido como invitada.

Toda Manila se preparaba para ser invitada; nunca la inquietud se apoderó con más vigor de los ánimos como ante el pensamiento de no ser de los convidados. Se disputaban la buena amistad de Simoun, y muchos maridos, obligados por sus esposas, compraron barras de hierro y piezas de zinc para hacerse amigos de don Timoteo Pelaez. Al fin llegó el día.

Serafina, que tanto hubiera dado semanas atrás por haber sido invitada a pedir para los pobres a la puerta de la iglesia, aprovechaba aquella ocasión para dar prueba de su acendrada religiosidad, deshaciendo así los rumores que habían corrido de que era protestante.

Gloria fue la primera invitada, porque Isabel afirmó en voz alta que no había en Sevilla quien las bailase como ella. No se hizo de rogar. Costó gran trabajo reducirle a que lo hiciese. Confieso que, aun placiéndome mucho, no me causó la impresión que en Marmolejo. Gloria en hábito de monja no diré que estaba mejor que ahora con su vestido rojo; pero, desde luego, era aquello más original.

Cuando la señorita invitada se levantaba para apoyarse en su brazo, empezaban a sentirse dueños de mismos. Otros menos osados daban tres o cuatro chupadas intensas al cigarro, despidiendo el humo hacia el pasillo, y, después de arrojar la punta, se dirigían pausadamente hacia alguna joven de las menos agraciadas, que les pagaba su atención con una sonrisa henchida de promesas amables.

Una de las pocas amigas que tenía vino un día a invitarla para asistir a cierta comedia casera. Esta amiga era a su vez invitada, pero tenía libertad para llevar a quien quisiese. Consultó el caso con su marido. Hallolo bien Mario y aun prometió acompañarlas si alguna ocupación urgente no se lo impedía. Como era domingo el día señalado, y por la tarde, no hubo inconveniente.

A la niña la recomienda mucho a sus relaciones femeninas y muy especialmente a unas parientas del propio «tramitador», señoritas distinguidas que figuran mucho en sociedad, las cuales toman bajo su protección a la neófita, logrando que sea invitada a las principales fiestas de nuestro gran mundo. El «tramitador», que todo lo prevé, tiene buenos amigos entre los cronistas sociales de los diarios.

No, no es eso, tía Liette; pero, francamente, me sería desagradable el ir a una casa donde no estás invitada... Tienes todas las delicadezas, hijo mío; pero yo no soy tu madre... Eres más todavía... No es lo mismo. Sólo la maternidad crea un lazo indisoluble y sagrado; el nuestro se puede desatar por mutuo consentimiento, sin indiferencia por mi parte ni ingratitud por la tuya.

Invitada a un baile aristocrático, entró en el salón y se sentó. Lanzáronse todas las parejas a bailar y ella se quedó sola. Su situación no podía ser más violenta y desairada. Levantarse e irse, atravesando el salón, le pareció un acto intempestivo; quedarse allí, sola y abandonada en medio del baile, no era menos desagradable y molesto.

Nancy sintió entonces una agitación interior que no pudo dominar la firmeza de su propósito al ver adelantarse al señor Godfrey Cass para conducirla a su sitio colocado entre el suyo y el del señor Crackenthorp; mientras que Priscila fue invitada del otro lado, entre su padre y el squire.