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Así es contestó Ojeda . Unos atribuyen esa decadencia a las guerras europeas; pero las naciones que peleaban con nosotros experimentaron iguales pérdidas, y no por esto decayeron... Otros echan la culpa al exceso de religiosidad, que nos metió en empresas absurdas. Tal vez sea esto cierto, pero en parte nada más.

El estado de su ánimo no contradecía estos propósitos. Aquellos accesos de religiosidad que ella había creído revelación providencial de una vocación verdadera, habían desaparecido. Ellos determinaron la crisis violenta que puso en peligro la vida de Ana, pero al volver la salud no volvieron con ella: la sangre nueva no los traía.

No pudiendo servir a su rey con las armas, la vida de un noble debía ser levantarse temprano para oír misa, echar un vistazo a su hacienda, platicar un rato con el mayordomo, jugar al tresillo con los curas, dar luego con ellos un paseo, rezar el rosario, confesarse a menudo y dar constantemente ejemplo a los plebeyos de virtud y religiosidad, sin rozarse jamás con ellos.

Era el único signo exterior de religiosidad: ni alardes de fe ni entusiasmos provocadores. Eso quedaba para los pueblos donde flaquea la devoción y la verdad divina tropieza con enemigos.

Doña Cristina admiraba á su sobrino viendo el afecto con que le trataban los Padres, cómo le hacían partícipe de sus proyectos en bien de la religiosidad del país. Era casi una pasión lo que sentía por Urquiola. Cuando la visitaba, veía en él al representante de aquellos sacerdotes tan queridos, que de este modo indirecto entraban en su hogar.

La argolla no tiene la virtud de convertir á los malvados. La argolla no es un poder humano, un poder moral; mata, no educa. Pues ¿de dónde procede la religiosidad del pueblo francés en atemperarse al precepto público? Sobre esto dirémos despues unas cuantas palabras.

No estamos tal insistió Glocester, que no quería en presencia de don Fermín sostener su tesis de la escasa religiosidad de la Regenta. Tuvo habilidad para llevar la disputa al terreno filosófico, y de allí al teológico, que fue como echarle agua al fuego. Aquellas venerables dignidades profesaban a la sagrada ciencia un respeto singular, que consistía en no querer hablar nunca de cosas altas.

Pero si la propia religiosidad había volado, o se había escondido en pliegues recónditos del alma, donde él no la encontraba, don Víctor respetaba la piedad ajena.

En ella la barbarie y la tosquedad eran tales, que ahogaban los sentimientos generosos que a veces brotaban en su corazón cual hierbecilla en la grieta húmeda. Una religiosidad sonora y supersticiosa no bastaba a suplir en ella la falta absoluta de luces y de ideas morales.

Y empujada por las amigas, abría los labios y ladeaba la cabeza con un gesto lacrimoso, igual al de la Dolorosa; y el silencio de la noche, que parecía agrandado por la emoción de una religiosidad lúgubre, rasgábase con el lento y melódico quejido de aquella voz de cristal que lloraba las trágicas escenas de la Pasión.