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Son el hombre ideal, el «artista», tal como lo veían las señoritas sentimentales de hace cuarenta años, pero con uniforme color de mostaza y el aire tranquilo y audaz de los que viven en continuo roce con la muerte. Siguen hablando.

Tónica le hablaba como un amigo y le hacía confidente de todos sus pensamientos: las exigencias de sus parroquianas, los consejos de «las señoritas», que eran las hijas de su difunta protectora, y hasta las dolencias de aquella mujer casi ciega que vivía con ella, sirviéndola de madre.

El podía afirmarlo, que había conocido la notoriedad y pasaba ahora como un desconocido entre las mismas gentes que le admiraban meses antes. Tu reino ha terminado dijo Argensola riendo . De nada te sirve ser buen mozo. Yo, con un uniforme y una cruz en el pecho, te vencería ahora en una rivalidad amorosa. El oficial únicamente hace soñar en tiempos de paz á las señoritas de provincias.

Como militares no transigía con ellos, los consideraba una verdadera plaga social... Ahora, «como hombresbien podían ser dignos de estimación, según sus cualidades. Los amores de Emilita habían nacido y crecido como otros muchos en casa de las de Meré. Eran éstas dos señoritas que pasaban de los ochenta y no llegaban a los cien años. De todos modos, a la entrada del siglo XIX eran ya maduras.

Ya lo sabemos todo.... ¡Buena suerte, y gracias por el favor!... Tere está, muy agradecida.... ¿Vió usted a Ricardo? ¡Está que rabia! ¡El que se creía tan afortunado! Estaba seguro de que le correspondería Gabriela.... ¡Buen chasco se ha llevado! ¡Muy merecido!... Pero, señoritas.... ¡, , no lo niegue usted!

Teresina creyó que el recado de las señoritas de Guimarán era cosa grave, y merecía la pena de infringir la regla general. Están ahí de parte de la señora y señoritas de Guimarán.... ¡De Guimarán! dijo el Magistral que estaba despierto, aunque tenía los ojos cerrados. ¡De Guimarán! estás loca... dijo doña Paula muy bajo.

Contribuían no poco a que se formase este mal juicio las dos señoritas de la casa, cuyo prurito de señalarse entre las demás mujeres y de llamar la atención era harto extremado.

Además, al llegar al bonito Hotel del Valle, del único que tenía buenos recuerdos de todos los de la ruta, vi en la puerta a las señoritas Tanco que también iban a Europa. Ante la perspectiva de una buena noche en agradable compañía, renuncié a mi inútil y quijotesco propósito de llegar a Honda en el mismo día. Mi compañero, que iba a reunirse con su familia, insistió y siguió viaje.

Gonzalo se confesó con sencillez que gustar... lo que se llama gustar de veras... como ahora Venturita, por ejemplo, nunca le había gustado. ¿Entonces por qué?... ¡Vaya usted a saber lo que son estas cuestiones! Era un niño, no hablaba con señoritas.

Mas al fin, como todo se arregla en este mundo menos la muerte, las señoritas de Ciudad con sus adyacentes quedaron bien empaquetadas en una embarcación destinada a la pesca, y el patrón de la Sanidad pudo dar señal de marcha. Los doce remos de las falúas empezaron a caer acompasadamente en el agua con chapoteo lánguido, como brazos que se esperezan.