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Me he juzgado más firme de lo que soy en realidad. He creído que podría vivir sin estar rodeado de las atenciones á que estaba dulcemente acostumbrado y he visto después que me engañaba y que moriría de pena en la soledad. Muere; no vemos en ello ningún inconveniente. Habla por ti, querida prima; pero no en nombre de Mauricio.

Si no le engañaba el pensamiento, por allá se quedaría hasta dejar los huesos en el terruño nativo; si le engañaba, volvería a Madrid cuando mejor le pareciera, o gastaría en ir y venir el poco tiempo que le restaba de vida. Pocas veces se ha casado una mujer con menos conocimiento práctico del mundo que Ramona Pacheco.

No se engañaba a mismo; a no haber experimentado la necesidad irresistible de dar el último abrazo al hombre que habría sido un padre para él, no habría titubeado y con heroica fe se habría levantado la tapa de los sesos.

Grande paz pareció reinar al principio desde la llegada de Doña Juana; el archiduque hacia por no dar á conocer á nadie lo que ocupaba su imaginacion, disimulando en cuanto podia el amor de su rubia, pero se engañaba; ni aun sus pasos mas recónditos se escapaban á la penetracion de su esposa.

En suma: que, o me engañaba mucho mi bien acreditada experiencia en esos lances, o podía tirar del hilo a mi antojo cuando me diera la gana. Estaba, pues, en las mejores condiciones imaginables para hacer un alto en mi empresa y examinar el terreno tranquilamente y a mi gusto. Sobre si este modo de pensar era más o menos honrado y decente, no me puse a discurrir, la verdad sea dicha.

Al principio su misma frescura me desalentaba algún tanto, porque llegué a temer que en aquel combate a muerte no hubiera más ardimientos que los míos, y que terminara por ir a clavarme yo, como una tonta, en la punta de su espada; pero bien luego observé que me engañaba, cuando vi reflejada en sus ojos, en su voz, en cada uno de sus ademanes, la elocuencia fascinadora del lenguaje que no se habla ni se escribe, pero que se deja leer y penetrar hasta lo más hondo de su sentido.

Roussel no se engañaba contando con el buen juicio de su hijo adoptivo, pero la prudencia de los hombres es engañada frecuentemente por el capricho de los acontecimientos.

¡Cómo! ¿Por qué? Porque debo ochocientos cincuenta francos. Vi el conflicto pintado en el semblante de aquel hombre; aquel hombre no me engañaba; era un amigo mio; sobre todo, era un hombre honrado, la vergüenza quemaba sus mejillas, y no me fué dado vacilar. No quise, ni pude. Un hombre que tiene corazon, no vacila nunca en tales momentos. Mi mujer no se habia levantado aún.

En Italia, cuando el señor fue expulsado de nuestro país. ¿Cuánto tiempo hace de eso? Hace dos años. ¡Había sido tan grande la esperanza de que allá fuera más bueno, y más suyo!.. ¿Notaba usted disputas entre ellos? No precisamente disputas... La señora, cuando quería algo, rogaba; el señor la dejaba hablar, no contestaba, y después hacía lo que se le antojaba. ¿Le engañaba con otras?

No encones más mi endurecida llaga; si aún amas a Leonor, huye, te ruego; libértame de ti. MANRIQUE. ¡Que huya me dices!... ¡Yo, que que me amas! LEONOR. No, no creas... no puedo amarte yo... si te lo he dicho, si perjuro mi labio te engañaba, ¿lo pudiste creer?... Yo lo decía, pero mi corazón... te idolatraba. MANRIQUE. ¡Encanto celestial! Tanta ventura puedo apenas creer.