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Los brazos que se juntaban indiferentes en torno de la dormida criatura, comenzaron a temblar y a estrecharla convulsivamente. Y después, con un impulso profundo, potente, prorrumpió en sollozos, y atrajo hacia su seno a la niña una y otra vez, como si quisiese sustituirla a la que allí había guardado en otro tiempo.

Negósela Sancho, y mandó que se levantase y dijese lo que quisiese. Hízolo así el labrador, y luego dijo: -Yo, señor, soy labrador, natural de Miguel Turra, un lugar que está dos leguas de Ciudad Real. ¡Otro Tirteafuera tenemos! -dijo Sancho-. Decid, hermano, que lo que yo os decir es que muy bien a Miguel Turra, y que no está muy lejos de mi pueblo.

No importaba; ella les haría hablar de lo que quisiese. Le enseñaban geografía; donde había enumeraciones fatigosas de ríos y montañas, veía Ana aguas corrientes, cristalinas y la sierra con sus pinos altísimos y soberbios troncos; nunca olvidó la definición de isla, porque se figuraba un jardín rodeado por el mar; y era un contento.

Con mucha facilidad salí un águila en esto. #Un día# puse pies en polvorosa, y tomando el camino en las manos y en los pies, por detrás de San Bernardo, me fuí por aquellos campos de Dios, adonde la fortuna quisiese llevarme. Aquella noche dormí al cielo abierto, y otro día me deparó la suerte un hato o rebaño de ovejas y carneros.

Maltrana llenó su copa y bebió, como si con esto quisiese acelerar sus averiguaciones sobre el «hombre misterioso». Después, el champán y la buena comida parecieron ejercer sobre él una influencia benévola.

El Zapata le dió por respuesta lo mismo que había dicho en la tienda de Joan Pérez de Vargas. Viniendo todos juntos á persuadírselo, porfiándole que lo hiciese, respondió que nunca Dios quisiese quél acabase de perder lo que otros habían comenzado.

Aquellos buenos hombres llegaron a él, y dando voces le despertaron y le suplicaron quisiese socorrer a aquel pobre que estaba muriendo, y que no mirase a las cosas pasadas ni a sus dichos malos, pues ya dellos tenía el pago; mas si en algo podría aprovechar para librarle del peligro y pasión que padecía, por amor de Dios lo hiciese, pues ellos veían clara la culpa del culpado y la verdad y bondad suya, pues a su petición y venganza el Señor no alargó el castigo.

Ella le había estrechado entonces contra su corazón con delirio, con fuerza increíble, como si quisiese incrustarle a él en el pecho todo lo que le amaba o quisiera incrustarse en el suyo propio aquella imagen tan querida; su frente ya arrugada descansaba en su hombro, y sus labios temblorosos le dijeron al oído: ¡Juan, hijo mío!... ¡Que seas buen cristiano y reces a la Virgen de Regla!... ¡Que te acuerdes de tu padre, que murió como un santo!... ¡Te lo digo, hijo, te lo digo; lo , lo , que no puede morir bien quien no vive como cristiano!...

Esta cantidad debía encontrarse parte en dinero, en su casa, y el resto debía completarse con la venta de sus trajes, sus alhajas y sus muebles. Quevedo leyó conmovido este testamento, y sobre todo una cláusula en que Dorotea le constituía su albacea único y le suplicaba tomase en amor suyo, en memoria suya, la prenda que más quisiese de lo que dejaba.

He decretado ya numerosas sumas para la compra de materiales, dijo con altivez su Excelencia como si quisiese significar: ¡He hecho más de lo que debía! Pero como faltan locales á propósito, los materiales que que se compren se echarán á perder...