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16 Decid de los gentiles; he aquí, haced oír sobre Jerusalén: Guardas vienen de tierra lejana, y darán su voz sobre las ciudades de Judá. 17 Como los guardas de las heredades, estuvieron sobre ella en derredor, porque [se] rebeló contra , dice el SE

Quiero decir dijo el padre Aliaga que el rey en ciertos negocios anda con pies de plomo. Decid más bien que cuando se trata del duque de Lerma no se mueve. Su majestad cree que no encontrará otro mejor que el duque; le fatiga la lucha, ama la paz, su alma es excesivamente piadosa...

Ahora bien; como en vez de ser canónigo ó alcalde, queréis ser soldado, decid al padre Aliaga que deseáis ser capitán de la guardia española del rey. ¡Capitán á mi edad, cuando mi padre pasó toda su vida sirviendo al rey para serlo! ¡Ah! ¡vuestro padre no ha sido más que capitán! dijo con un acento singular la dama, fijando una mirada insistente en Montiño . Yo creía que fuese más.

Si dentro de veinte días os digo: «¡Zuzie, estoy segura de amarlome permitiréis que vaya hacia él, yo misma, yo sola, a preguntarle si me quiere por esposa. Es lo que hicisteis vos con Richard... Decid, Zuzie, ¿me lo permitiréis? , os lo permitiré. Bettina besó a su hermana, murmurándole al oído: ¡Gracias, mamá! ¡Mamá, mamá!

Mirad esta orden de su señoría ilustrísima el inquisidor general. ¡Ah! ¡el inquisidor general! , por cierto. ¡Y no hay remedio! No, señor. ¿Y si yo os diera diez doblones? No puedo. ¿Y si os diera veinte? Ya veis que yo los tomaría de buena gana, y que si no los tomo es porque no puedo. Decid que no me habéis encontrado. Eso sería muy bueno para que no me estuvieran viendo hablar con vos.

9 y sanad los enfermos que en ella hubiere, y decidles: Se ha llegado a vosotros el Reino de Dios. 10 Mas en cualquier ciudad donde entréis, y no os recibieren, saliendo por sus calles, decid: 11 Aun el polvo que se nos ha pegado de vuestra ciudad sacudimos en vosotros; pero esto sabed, que el Reino de los cielos se ha llegado a vosotros. 13 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida!

En presencia de un concurso numeroso, arrojad á la aventura en el suelo un cajon de caractéres de imprenta, y decid á los circunstantes que resultarán escritos los nombres de todos ellos; por unanimidad se reirán de vuestra insensatez; y ¿en qué se fundan? ¿han reflexionado sobre el fundamento de su certeza? , de seguro. Todos raciocinamos, y en muchos casos con acierto.

Levantaos del suelo, que escudero de tan gran caballero como es el de la Triste Figura, de quien ya tenemos acá mucha noticia, no es justo que esté de hinojos; levantaos, amigo, y decid a vuestro señor que venga mucho en hora buena a servirse de y del duque mi marido, en una casa de placer que aquí tenemos.

Y luego me parece que tienes buena cabeza. Tengo lógica, tío, de ahí todo. Decid y ¿no se ama a más hombre que al marido? A ningún otro respondió sonriendo el señor de Pavol. Pues bien, si no se ama más que a su marido; como si se ama al marido, naturalmente es, porque se siente amor y ya que no se puede vivir sin amar, concluyo, que es necesario casarse.

-Decid -le repliqué yo, oyendo lo que me decía-: ¿de qué modo pensáis llenar el vacío de mi temor y reducir a claridad el caos de mi confusión?