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Si es su deseo verla antes de decidir, ella se alegrará de poder estrecharla en sus brazos, sin que ello implique la más remota intención de influir en su decisión, libre de todo punto. ¿Sabe madre que ella viene? dijo apresuradamente Carolina. No podría contestarlo dijo Príncipe gravemente.

Estábamos tan preocupados, que a poco nos sorprende el crepúsculo en el bosque. Al dejar a mi Adela he querido, he osado estrecharla otra vez en mis brazos. Uno de los suyos me rechazaba débilmente, el otro me retenía... Un deslumbramiento semejante al que produciría la claridad de un meteoro ha turbado de pronto mi vista, mi cabeza se ha inclinado y mi boca se ha encontrado con su boca.

Toda la sangre de su corazón refluyó hacia sus mejillas cuando me vio, y tuve necesidad, por cierto, de toda mi resolución, para no correr a su encuentro y estrecharla entre los brazos en plena calle. ¿De dónde viene y a dónde va? Esta fue la primera pregunta que le dirigí viéndola extraviada y como aventurándose en una parte de París, que debía ser el fin del mundo para la condesa De Nièvres.

El señor de Lavardens vino a invitarme para este vals, y le respondí que os lo había prometido... , ¿no es verdad, queréis? ¡Estrecharla en sus brazos, respirar el perfume de sus cabellos!... Juan estaba desesperado... No se atrevió a aceptar. Siento, señorita; mas no puedo... no me encuentro bien esta noche. He venido por no partir sin despedirme; pero bailar es imposible.

No pensé aún en que por amor iba a volver a ser tuya, pero pensé en nuestra antigua amistad y me propuse renovarla, estrecharla y hacerla ya más constante y sin interrupciones. Pensé también confiarme en ti y desahogar mi corazón diciéndote todos mis disgustos y mis dolores todos.

En consecuencia de todas estas causas, pero aun mucho más debido á algo desconocido, parecía que no había ya en el rostro de Ester nada que pudiera atraer las miradas del amor; nada en la figura de Ester, aunque majestuosa y semejante á una estatua, que despertara en la pasión el anhelo de estrecharla entre sus brazos; nada en el corazón de Ester que pudiera responder á los latidos amorosos de otro corazón.

El pobre joven, anonadado, no tenía ya más que un solo deseo: ¡ah! ¡si al menos le fuera dado esperar que en la vida de María Teresa, el nombre de Juan descendiese algunas veces de los labios a su corazón! ¿En qué pensaba en ese instante, mirando dulcemente hacia el horizonte? Ante sus ojos pasaba, sin duda, la imagen del que en esa noche había tenido el placer de estrecharla.

Formaban nido en la cabeza y bajo los brazos. ¡Miseria de la vida! Dijeron que se le había abierto la madre de los gusanos, la gusanera, como cuentan de un rey de las Españas. ¿Dónde ha muerto? Quiero ver su alcoba. Allí estará su sombra, esperándome.... Mis brazos de carne no podrán estrecharla... Pero las almas se abrazan, porque también son de sombra, y los vivos oyen a los muertos.

Porque para el joven fiscal la mujer con quien hablara era su contrario y se creía en el caso de envolverla en los pliegues de su lógica y estrecharla de cerca hasta que la rendía lo mismo que a un litigante rebelde. De este modo pensaba captarse la admiración y el respeto del sexo femenino.

El joven la llevó después a sus labios, sin que tampoco lo advertiese. Entonces, un poco temeroso, pero venciendo el deseo a la timidez, introdujo el brazo por detrás de su espalda, y quiso estrecharla la cintura.