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La escarpada peña cría verdura, el cielo presta tibios ambientes, los pájaros alegres cantos, las flores deliciosas emanaciones, el arroyo tiernos murmurios y cristalinas aguas, los árboles sabrosos frutos, y el cielo claridad y hermosura. De Guajan se ha dicho es un país privilegiado y es muy cierto.

Aunque haya caído del cielo en gotas cristalinas y oxigenadas, de la inmovilidad del charco o del pantano se enturbia, poblándose de inquilinos dañosos, de microbios, infusorios, larvas y guzarapos.

Casas, palacios, chozas, árboles y cielo, vuelven a mirarse con ansia y con amor en el líquido espejo de las aguas, velado antes y empañado por el frío. La cándida diadema que ciñe las cimas de los montes se derrite, aumentando las corrientes cristalinas. Los árboles, desnudos del verde follaje, brotan de improviso frescos pimpollos y renuevos lozanos, vistiéndose de tiernas y relucientes hojas.

Poco tambien que afligida esta tierra, que os obstinais en fecundar con vuestra sangre, por la gran sequía con que á Dios plugo castigarla, perecian vuestros ganados de sed, se abrasaban vuestros árboles y viñas, y se frustraban vuestras cosechas sin que quedase en vuestras heredades planta verde; en lo cual no se manifestaba el Omnipotente mas misericordioso con vosotros que con los muslimes; y merced á la liberalidad y á la generosa proteccion de este mismo rey que os dió abrevaderos, y aguas cristalinas, y otros bienes de los cuales disfrutais lo mismo que los mahometanos, no siguió la mortandad en vuestros ganados, ni la esterilidad en vuestros campos.

Pero el arquero Simón, que había bebido tanto ó más que los otros, dejó el duro lecho más alegre que unas castañuelas, cantando á voz en cuello Los Amores de Albuino, trova muy popular á la sazón; y después de besar á la patrona y de perseguir á la criada hasta el desván, se fué al arroyo cercano, en cuyas cristalinas aguas sumergió repetidas veces la cabeza, "como en campaña," según decía.

¿Qué haces, pícaro? exclamó el caballero alzándose bruscamente y mirándole con afectada severidad. El chico, aterrado, se dio a la fuga. La niña reía: sus carcajadas sonaban frescas y cristalinas como el gorjeo de los pájaros. ¡A ése! ¡a ése...! ¡Al ladrón! gritaba Reynoso. Luego, sacando del bolsillo un caramelo, se lo dio a la niña diciendo: , que eres buena, toma. A ese tunante nada.

ABIND. Tanto estimo... ALBOR. Venme después a hablar. ABIND. ¿Qué así me dejas? ALBOR. Perdona un poco. ABIND. Mi esperanza animo: Cierre la puerta el alma a tantas quejas. Hermosas, claras, cristalinas fuentes, Jardines frescos, celebrados árboles, Que aquí me vistes de Jarifa hermano, Ya no soy el hermano de Jarifa; Ya puedo ser su amante y ser su esposo: Dad todos parabién a Abindarráez.

La niña simple se sienta al piano; Orsi coge el violoncello, y lo limpia, y lo acaricia, y arranca de él agudos y graves arpegios. Luego se hace un gran silencio. El piano preludia unas notas cristalinas, lentas, lánguidas.

A un lado, presenta el Guaporé el símbolo de la quietud: bosques sombríos se extienden hasta el borde de sus cristalinas aguas, las que corren con lentitud y magestad: al otro, me ofrecia el Mamoré la imágen del caos y de la instabilidad de las cosas.

No importaba; ella les haría hablar de lo que quisiese. Le enseñaban geografía; donde había enumeraciones fatigosas de ríos y montañas, veía Ana aguas corrientes, cristalinas y la sierra con sus pinos altísimos y soberbios troncos; nunca olvidó la definición de isla, porque se figuraba un jardín rodeado por el mar; y era un contento.