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Permitidme, señor de Pelisier, dijo el ventero, que ponga á vuestra disposición mi caballejo, con el cual no tardaréis en alcanzar al descortés arquero. Ni pensarlo, exclamó apresuradamente el fanfarrón. Tengo estropeada una pierna desde el día en que maté á tres enemigos, en el combate de Castelnau.

Decidme, Simón, interrumpió vivamente Roger, la causa de vuestra querella, para ver si ello admite honroso arreglo, antes de que os degolléis como enemigos implacables. El arquero miró pensativamente al suelo y después á la luna. ¿La causa, muchacho? ¿Y cómo quieres que yo me acuerde de tal cosa, cuando nuestra disputa ocurrió allá en Limoges hace más de dos años?

Don Diego soy, repuso el caballero, y preferiría mil veces la muerte á verme hecho prisionero en una emboscada y por las villanas manos de un arquero.... Tomad vos mi espada, señor capitán. Poco á poco, caballero, dijo el barón. Sois prisionero del soldado que os ha hecho cautivo, mozo valiente y honrado.

También yo entiendo algo de letra, dijo Tristán con la boca llena; por más que no estuve bastante tiempo con los monjes para aprenderlo bien, que ello es cosa de mucho intríngulis. ¿? Pues aquí tengo yo algo que te permitirá lucirte, repuso el arquero, sacando del pecho un pergamino que entregó á Tristán.

¡Bravo, mon garçon! gritó el arquero riendo á carcajadas. Ya sabía yo que de haber un hombre en el corro no me costaría trabajo descubrirlo. ¿Conque quieres abofetearme, eh? Pues mira, otra cosa te propongo. Una lucha en regla. No á puñadas, porque yo tengo mi plan y no quiero echar á perder esa cara de pascua que Dios te ha dado.

La invitación no era para rehusada; volvieron á llenarse los jarros y bebieron á la salud del alegre arquero, á quien rodearon todos, á excepción de algunos leñadores y pecheros que vivían lejos y muy á su pesar tuvieron que abandonar la venta. El recienllegado se había quitado cota, casco y manto y puéstolos sobre sus fardos, junto con la espada, arco y flechas.

Adiós, camarada; os deseo que adiestréis ese par de halconcillos de manera que un día puedan traeros buena caza y le saquen también los ojos al pajarraco con quien tenéis pendiente tan grave cuenta. Dejando atrás al mutilado arquero, siguieron la senda que se estrechaba al penetrar en el bosque, cuyo silencio interrumpió de pronto el ruido de una carrera precipitada entre la maleza.

Un arquero se apresuró á llevarle ropas y traje de los que á bordo del galeón dejara, y después de mudarse y lavar sus heridas no tardó en recobrar fuerzas y buen humor, olvidado por completo de la fatiga de aquella mañana.

¿Dónde dijo el capitán que le encontraríamos? preguntó á la sazón el veterano arquero, volviéndose hacia Roger y sacándolo de sus meditaciones. En Marmande ó Aiguillón, y añadió que no había extravío posible porque desde Burdeos hasta los dos pueblos nombrados no hay otro camino que éste que seguimos. Y que yo conozco como la palma de mi mano, dijo Simón.

Guárdate de la mía, Simón hermano, que hace meses no he tenido ocasión de esgrimirla una sola vez y necesito esta escaramuza para ejercitar la muñeca. ¡Á ello! ¿Pero qué espíritu sanguinario os anima? ¡No lo consentiré y antes tendréis que matarme! gritó Roger poniéndose delante del arquero.