United States or Mongolia ? Vote for the TOP Country of the Week !


O bien como una galería de quadros, cuyas imágenes...... No, Señor, no, replicó el caminante, la naturaleza es como la naturaleza. ¿A qué diablos andais buscando esas comparaciones? Por recrearos, respondió el secretario. Si no quiero yo que me recreen, lo que quiero es que me instruyan, repuso el caminante. Decidme lo primero quantos sentidos tienen los hombres de vuestro globo.

ABIND. Ya que no me amáis, señora, Como antes, de amor tan llano, Cual era el de vuestro hermano, Habladme más tierno agora; Decidme lo que sentís, Jarifa hermosa, y creed Que me hacéis mayor merced Cuanto más de os servís: Ya pasó el temor cobarde Que la hermandad nos ponía; Habladme, Jarifa mía, Más tierno, así el Cielo os guarde. JARIFA. ¿Qué te tengo de decir?

-Por ella y por -respondió el captivo- os beso, señora mía, las manos, y estimo mucho y en lo que es razón la merced ofrecida; que en tal ocasión, y de tales personas como vuestro parecer muestra, bien se echa de ver que ha de ser muy grande. -Decidme, señor -dijo Dorotea-: ¿esta señora es cristiana o mora? Porque el traje y el silencio nos hace pensar que es lo que no querríamos que fuese.

¿Cuáles, señor? Dos órdenes de prisión. Creo que sean necesarias más. Pues bien, Lerma; decidme vos los que queréis que sean presos, y yo os diré los que quiero tener encerrados y no disputemos más. Señor, yo no disputo con vuestra majestad. ¿Pues qué estamos haciendo hace ya más de media hora? Disputar y no más que disputar. Con que sepamos: ¿á quiénes queréis vos prender? Al duque de Uceda.

No me parecen mal esos versos, dijo Miguel de Cervantes; madrigal son, o más bien, madrigal doble; poeta era quien los compuso, y no de los peores, y por míos los tomara, antes con satisfacción que empacho de ellos; pero decidme, señora: ¿cómo es que vos habéis premiado esos versos guardándolos en vuestra memoria? ¿quién os los recitó, o quién os dio el papel en que estaban escritos?

Decidme: ¿por qué habéis dicho con terror que la reina, que su majestad, está sana y buena? ¡Yo!... ¿he dicho yo eso?... , señor... la reina está muy buena... su majestad goza de muy excelente salud. Montiño, estáis pálido, aterrado cuando me decís eso; hablad, hablad, por Dios; os lo mando, os lo suplico. Tengo antecedentes... ¡Cómo! ¡sabéis, señor!...

Será necesario deciros quién es, para que veáis que no hay ultraje. Sólo una persona pudiera no ultrajarme... una persona tal, que ni aun para pudiera pasar por galanteador. ¿Habéis adivinado? No, no he adivinado; he dicho únicamente que sólo hay una persona que pudiera pretender ser mi amante sin que yo le conociera. Pues bien; decidme el nombre de esa persona...

Decidme: ¿qué efecto os causó doña Clara Soldevilla la primera vez que la vísteis? No lo . ¡Pero experimentaríais algo al verla! Un deslumbramiento, una ofuscación, un no qué... luego... luego la casualidad me puso junto á ella... y mi alma entera fué suya... no, mi alma entera, no... ha quedado en ella un lugar para vos... No, no sois franco... ¿os inspiró deseo doña Clara? No.

¡Negra estrella la nuestra si tal sucede! exclamó el barón. ¿Qué le quedará entonces á Inglaterra? Permitid, barón; y vos, señora, decidme antes ¿cuál será el porvenir de nuestra amada patria? preguntó lleno de júbilo Duguesclín. Grande, rica y poderosa.

¡Bertrán, Bertrán! llamó la vidente con dulce voz. Decidme, amada mía, qué me reserva la suerte. Un peligro grande te amenaza, Bertrán, en este mismo instante. ¡Bah! Un soldado está siempre en peligro, dijo el gran campeón francés con tranquila sonrisa. Pero tus enemigos se ocultan, se arrastran, te rodean en este momento. ¡Ah, Bertrán! ¡Guárdate!