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Y aquella vida galante de la corte le producía cierto deslumbramiento como los fulgores de un sueño feliz. Cuando había estado en Madrid, su cualidad de provinciana rica, no le había consentido gozar más que de los teatros, de los paseos en coche por la Castellana, de las tiendas y las calles. De la corte, de sus saraos y regocijos, había permanecido tan distante como en Sarrió.

Decidme: ¿qué efecto os causó doña Clara Soldevilla la primera vez que la vísteis? No lo . ¡Pero experimentaríais algo al verla! Un deslumbramiento, una ofuscación, un no qué... luego... luego la casualidad me puso junto á ella... y mi alma entera fué suya... no, mi alma entera, no... ha quedado en ella un lugar para vos... No, no sois franco... ¿os inspiró deseo doña Clara? No.

Al abrir el herido los ojos era de noche, eternamente de noche, como si el globo viviese condenado a interminables tinieblas. Otras veces brillaba el sol siempre seguido, lo mismo que en los países árticos, sometidos al deslumbramiento irritante de un día de meses. En un despertar de estos encontró los ojos del Capellanet.

Volvía al fin tan afectuosa que me encantaba, seductora hasta el punto de maravillarme; la poesía; y como les sucede a quienes un exceso de luz les perturba la vista, nada advertía yo más allá del confuso deslumbramiento que me enceguecía. Gracias a la ausencia de razonamiento, mejor dicho, a mi ceguera, me sumergí en los meses siguientes como si hubiera entrado en lo infinito.

Tenía en su rostro una expresión grave y pensativa, como si presintiese que este encuentro iba á influir en su existencia. Pero al desaparecer Elena con sus acompañantes detrás de un montículo arenoso, el gaucho, no sintiendo ya el deslumbramiento de su presencia, sonrió con cinismo. Varias imágenes salaces desfilaron por su pensamiento, desvaneciendo sus dudas y devolviéndole su antigua audacia.

Ramiro le escuchaba experimentando un singular deslumbramiento y, al empuñar él mismo la espada, parecíale que el corazón le crecía dentro del pecho. Las lecciones de esgrima principiaron. El escudero palpábale sus músculos precoces, y a medida que sus fuerzas medraban íbale enseñando esas tretas misteriosas, a las cuales creía deber su buena ventura todo soldado que llegaba a la vejez.

Al ver entrar al famoso maestro, los oficiales suspendían un instante su trabajo y los que estaban cubiertos se quitaban respetuosamente la gorra. Allí vio Ramiro, por primera vez, manipular las espadas ígneas, y contempló con heroico deslumbramiento tantos aceros que iban a lanzarse en seguida hacia las más diversas comarcas, frenéticos de sangre y de honra.

Era invierno, llovía o nevaba por espacio de semanas enteras, y cuando un rápido deshielo liquidaba la nieve, parecía aún más negra la ciudad después del breve deslumbramiento que la había envuelto un instante.

En los últimos tiempos se arrastraba por los tugurios tocado con un sombrero gris y desvencijado, con la pipa humeante, abatida sobre las barbas canas y enmarañadas, y en los ojos ciegos un gran deslumbramiento de ilusión. Su carrick destrozado era la rota bandera de los días suntuosos y efímeros, e inspiraba la desolación de una grandeza en ruinas.

La Mariposa le miró escandalizada. ¡Qué! ¿aún te parece poco? Pero muchacho, ¡si hay ahí para comprar todas las Carolinas! Fíjate, Isidrín: ¡es un tesoro! Maltrana no necesitaba fijarse mucho. Pasado el primer deslumbramiento, había visto la falsedad escandalosa de las joyas enormes y absurdas que brillaban en la cumbre del montón de baratijas.