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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Dirigíase apresuradamente al sepulcro con el vivo afán de confundir en un solo pensamiento las imágenes tutelares de la muerta y de la ausente, cuando sus ojos sintieron un deslumbramiento: en el muro funerario, junto a los esqueletos de las guirnaldas votivas que habían ido reuniéndose allí una tras otra, una gran corona alba lucía como una aureola.

Entonces la joven inclinó su cabeza sobre el hombro de Juan, y murmuró en un soplo: ...¡, Juan, es usted! Una especie de deslumbramiento hace caer a Juan sobre un banco, y le quita las fuerzas de abrazar aquel cuerpo encantador. Entonces, tomando las manos de María Teresa, de pie ante él, la contempla con toda su alma, y ella lee en la cara del joven la intensidad de su emoción.

El viento, muy frío, cristalizaba aún más la claridad de la mañana de oro, y los caballos, que sentían de frente el sol, casi horizontal todavía, entrecerraban los ojos al dichoso deslumbramiento. Seguían así, solos y gloriosos de libertad en el camino encendido de luz, hasta que al doblar una punta de monte, vieron a orillas del camino cierta extensión de un verde inusitado. ¿Pasto? Sin duda.

Alma, escuda con la malla milagrosa de la rima el dolor y el desaliento que florecen en tu sima cuando evoca la tristeza la visión de la contienda, y fecundo rompa el brote vigoroso del ensueño con la gloria fulgurante del audaz y heroico empeño 5 y el fugaz deslumbramiento de la trágica leyenda.

El joven pintor venezolano que iba conmigo, se cubría con frecuencia los ojos y me sostenía que no podría recuperar por mucho tiempo la percepción dei rapporti, esto es, de las medias tintas y las gradaciones insensibles de la luz, por el deslumbramiento de aquella brutal crudeza.

Don Alonso se hallaba en Madrid y su hija había quedado con las dueñas, las cuales le mandaban llamar a toda prisa para que dirigiera a los gañanes en la caza del mastín. Ramiro tuvo un deslumbramiento súbito. Acordose de los caballeros donceles que en las historias descabezaban endriagos, vestiglos y fieros leones, redimiendo princesas, desbaratando encantamientos y maleficios.

Estábamos tan preocupados, que a poco nos sorprende el crepúsculo en el bosque. Al dejar a mi Adela he querido, he osado estrecharla otra vez en mis brazos. Uno de los suyos me rechazaba débilmente, el otro me retenía... Un deslumbramiento semejante al que produciría la claridad de un meteoro ha turbado de pronto mi vista, mi cabeza se ha inclinado y mi boca se ha encontrado con su boca.

Pasado el primer deslumbramiento, miré mejor y vi que allá, en el fondo de la pieza, me aguardaba Nanela. Aunque jamás la viera ni oyese hablar de ella, yo la reconocí en seguida. Era Nanela. Era una alta y hermosísima mujer pálida la más alta, más hermosa y más pálida mujer del mundo, toda vestida de blanco, sin joyas, flores ni cintas, llamada Nanela.

Sobre el rumoreo de las conversaciones, vibraba alguna fina risa femenina y él volvía los ojos para reconocer a la que había reído. A la sola idea de que Adriana estaba allí, tan cerca de él, un desfallecimiento corría por todo su ser. El aire de la sala, tibio, sensual, y el deslumbramiento de las luces, contribuían para enervarle.

Me parecía que al cerrarse iban a aplastarme sentí un deslumbramiento me arrinconé más profundamente en el sofá. Entonces me vinieron a la memoria los pensamientos que acariciaba desde hacía varios años: me representé cómo lo habría amado si yo hubiera sido Marta y cómo habría querido que él me correspondiera.

Palabra del Dia

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