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¡Cuántas veces una escena, una lectura, una palabra, una indicacion, remueve el fondo del alma y hace brotar de ella inspiraciones misteriosas!

El vecindario de la capital se acostó pensando en estas dos enfermedades misteriosas, con la esperanza de que al despertar conocería detalles más interesantes sobre la existencia privada de tan célebres personajes. Ninguno de los dos había podido hablar hasta el presente. Al poeta se lo prohibían los módicos hasta que recobrase su perdido vigor.

Emma dormía mucho, y aun despierta tenía necesidad de estar completamente sola muchas horas, porque además de las intimidades a que podía y debía asistir Bonifacio, había otras más recónditas que no podía presenciar ni el marido; eran unas las del tocador, secreto de secretos, y otras misteriosas manías de cuya existencia no quería ella que supiese nadie.

Se pasa bajo el pórtico de la fortaleza, dejando el bosque poblado de misteriosas armonías, y el viajero se encuentra en el extenso patio de los Aljibes.

Mas, apenas agitamos un poco tan misteriosas profundidades, nos extraña ver cómo surge de ellas todo un extraño mundo de insospechadas aprensiones, de confusos remordimientos y de dudas jamás presentidas.

La noche de los trópicos, se había apoderado bruscamente del mar y la estela del navío aparecía iluminada por misteriosas fosforescencias. La oscuridad confundía vagamente las formas de los tres amigos. Estamos á 15 de febrero, dijo Marenval. En este momento hace en París, probablemente, un frío del diablo y sus calles están enfangadas de escurridiza nieve.

Tal es la poesía; y el poeta, su inspirado intérprete, y cuando de pié sobre la trípode del genio fatídico repite las palabras misteriosas que susurran en su alma, se asemeja á la síbila de la antigüedad, que solo entonaba el canto profético en medio de dolorosas convulsiones.

Los navegantes de vuelta de África traían manojos de plumas de avestruz, colmillos de marfil, y estos tesoros y otros iban a adornar los salones de la casa, perfumados por misteriosas esencias, regalo de los corresponsales asiáticos.

Fue cosa repentina, provocada por no qué, por esas misteriosas iniciativas de la memoria que no sabemos de dónde salen. Se acuerda uno de las cosas contra toda lógica, y a veces el encadenamiento de las ideas es una extravagancia y hasta una ridiculez. ¿Quién creería que Jacinta se acordó de Fortunata al oír pregonar las bocas de la Isla?

Hay en él voces misteriosas, angélicas, ungidas; iniciaciones de todos los arcanos; ecos del cielo, de la tierra y también del infierno.