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Se metió las cartas en el bolsillo, cerró la caja y salió de la habitación. Á veinte pasos de él, Roussel hecho como siempre un héroe de madrigal, completaba la conquista de las mujeres, jóvenes y viejas, cuya seducción se había propuesto hacer. En su alegría, hubiera seguido la misma conducta hasta con Clementina.

Aumentó el número de los criados, renovó las libreas, adquirió nuevos braseros de plata, nuevos velones y candelabros, desempeñó de los genoveses sus mejores tapices. El encargado del chocolate y los vinos era el segundo sacristán de San Pedro, amigo de Medrano. Tres esclavos amasaban la harina. Un famoso repostero de Madrigal preparaba las pastas, un morisco la aloja.

El agente del Prior instruye al joven aventurero en todas las particularidades, que estima eficaces para el engaño proyectado, y lo lleva un día á Madrigal, población insignificante de Castilla, en donde vive una tía del verdadero Don Sebastián, Doña Ana de Austria, monja de un convento.

Contar los piropos que le echó Pez sería convertir este libro en un largo madrigal.

Manda que un alcalde vaya en secreto á Madrigal, para averiguar la verdad, y castigar al culpable. La causa comienza en seguida, y el juez toma declaraciones á todos los presos. Todos confiesan unánimes que el aventurero es el rey Don Sebastián, siendo infructuosos los esfuerzos del alcalde para convencerlos de lo contrario.

Respecto á otras personas se hace valer como un noble castellano, y en este concepto seduce á una dama joven y rica; pero á los ojos de varios portugueses, residentes en Madrigal, así como á los de la Princesa, es indudablemente el rey Don Sebastián, que abriga el propósito de recuperar su reino.

Lo infinito queda apelmazado dentro de sus almas, y no se desarrolla nunca..... Pero toda la palmera está en el dátil y toda la encina en la bellota: así es que cuando, en un rato de baile, se dicen un requiebro ó se endilgan una copla, el madrigal tiene la fuerza de una bala. Y de aquí la densidad de sentimientos de los cantares pastoriles.

Los caballeros de su nombre podían reposar, por remoto privilegio, en el crucero de la iglesia de Santa María del Castillo, en Madrigal, favorecida por una capellanía del Condestable.

Don Restituto y doña Basilisa, los señores de Neira, marqueses de San Madrigal, constituían un matrimonio bien avenido y estéril.

Afeminando la voz de modo burlesco, continuó: Idos a América o a Flandes, hijo mío, o entrad más bien en la Iglesia, y os daremos nuestra capellanía de Santa María del Castillo, en Madrigal: es lo que me decís todo el año. Pero aquesto no basta. Sabéis harto bien que soy amado de Beatriz desde niño y queréis asimesmo que le deje la dama a mi hermano.