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Y era como un consuelo, como respirar aire puro, sentir tierra bajo los pies, volver a la luz, el salir de este caos doloroso y volver a la evidencia de la vida, de la lógica, del orden y la consistencia del mundo; aunque fuera para volver a encontrar el recuerdo de un adulterio infame y de un marido burlado, herido por la bala de un miserable cobarde que huía de un muerto y no había huido del crimen.

Aquella señora estaba en las últimas, le llamaba a gritos; era un crimen negar el último consuelo a una moribunda, y él no lo consentía. Sentíase capaz de llevárselo a viva fuerza. Luis, vencido por la voluntad del viejo, se dejó arrastrar y subió a un coche, insultándose mentalmente, pero sin fuerzas para retroceder... ¡Cobarde! ¡Cobarde para siempre!

Se avergonzaba al recordar su debilidad. No era un cobarde, estaba seguro de ello, pero le faltaba voluntad o la amaba demasiado, y por esto, cuando tras un vergonzoso espionaje se convenció de su deshonra, sólo supo levantar la crispada mano sobre aquella hermosa cara de muñeca pálida, y acabó por no descargar el golpe.

tornó á decir en voz baja: yo debí morir en aquel momento... ¡Gran ocasión!... Hubiera conservado de memoria amarga, pero punzante, como el olor de un cadáver... Ahora me desprecia por cobarde... Ahora ya no es ocasión de morir, sino de seguir siendo lo que he sido... un cobarde. Me manda que huya; pues huyamos.

Figúrese usted una primavera, rápida y muy calurosa, llena de rientes amores, de impulsos generosos, de imprevisiones, de alegrías perfectas. Tan enérgica fue mi expansión como cobarde había sido el replegamiento sobre mismo antes de aquella súbita floración que me sorprendía en el embotamiento propio de la verdadera infancia.

Bonifacio no era cobarde; pero amaba la paz sobre todo; lo que le daba mayor tormento en las injustas lucubraciones bilioso-nerviosas de su mujer, era el ruido.

Y él, el hombre cobarde, saltaba de gozo al oír esto, con la satisfacción del débil que se ve vengado. ¡Un cáncer!... ¡El maldito lujo que se pudría dentro de ella, haciéndola morir en vida! Y siempre tan hermosa, ¿verdad? ¡Qué dulce venganza!... No; no iría a verla. Era inútil que el cura buscase argumentos.

Á pesar de los textos, á pesar de los latines me repugna esa cobarde resignación. ¿Cómo cobarde? ¿Dónde viste que para con Dios haya cobardía? La resignación á su voluntad no implica, por otra parte, el que te aquietes y te llenes de contentamiento de propio.

Irá, estoy seguro dijo el capitán con tristeza. Lo arrastrarán, la familia de un lado, y de otro el miedo á parecer cobarde. ¡Adiós, Luis, y ten prudencia! Mira que hay cerrazón en el horizonte y la borrasca de esta tarde va á ser de cuidado.

No hizo más que esperar que cayera el fruto de maduro.... Ella no está enamorada de Mesía.... En cuanto vea que es un cobarde y que la abandona antes que pelear por ella... le despreciará, le maldecirá... y en cambio los remordimientos la volverán a ti, a quien siempre quiso. ¡Que quiso!