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Lanzados por la fuerza de proyección del gran depósito, los troncos corren precipitadamente unos tras otros, y detrás de ellos, por el pedregoso camino que baja serpenteando por la ladera, corren los leñadores. Marinos á su modo, tienen que dirigir la navegación de la flotilla de madera.

Eran las fogatas de los leñadores que fabricaban carbón vegetal. Tres meses que Febrer estaba en la isla.

¡Aguanta, Simón! dijeron los arqueos en coro, con gran risa. Dejadla en paz, camaradas, dijo Tristán, que ha sido siempre buena madre y lo que la desespera es que yo he hecho mi santa voluntad toda la vida, en lugar de trabajar como un forzado con los leñadores de Horla. Ya es hora de decirnos adiós, madre, continuó, levantando á la endeble mujer como una pluma y besándola cariñosamente.

Los leñadores y carboneros que trabajaban por la parte de Vernel y los pescadores del río Lande, suspendían momentáneamente sus tareas para dirigirse interrogadoras miradas; pues aunque el sonido de las campanas de la abadía era tan familiar y conocido por aquellos contornos como el canto de las alondras ó la charla de las urracas en setos y bardales, los repiques tenían sus horas fijas, y aquella tarde la de nona había sonado ya y faltaba no poco para la oración. ¿Qué suceso extraordinario lanzaba á vuelo, tan á deshora, la campana mayor de la abadía?

Algunos dejaban colgar en torno de su seccionamiento las esquirlas filamentosas de la madera muerta, á semejanza de un mondadientes roto. La fuerza destructora se había ensañado en los árboles seculares: hayas, encinas y robles. Grandes marañas de ramaje cortado cubrían el suelo, como si acabase de pasar por él una banda de leñadores gigantescos.

Después de eso no hay más que hablar exclamó Divès ; pero escucha, Hullin; no hay que creer que es empresa fácil cortarles el paso; todos los cazadores furtivos, todos los segares schileteros y leñadores de la sierra no bastarán para ello.

La simiente extranjera produjo en poco tiempo una inmensa selva: la selva de la Inquisición y del fanatismo, que aún subsiste. Cortan y cortan los leñadores modernos, pero son pocos y caen fatigados; los brazos de un hombre pueden poco ante troncos de cuatro siglos. El fuego, únicamente el fuego podrá acabar con esa vegetación maldita. Don Antolín abría los ojos con asombro.

En efecto; a medida que el día avanzaba se veían más grupos de personas que venían por los distintos senderos de la sierra. En el valle había varios centenares de hombres reunidos: leñadores, carboneros, almadieros, sin contar las mujeres ni los niños.

Salieron los leñadores con el hacha al hombro, saltando la cuerda, confundiéndose con el gentío que comentaba los incidentes de la lucha, y otra vez sonó el pito y el tamboril, mientras las yuntas de bueyes arrastraban al centro de la plaza dos enormes piedras. Llegaba el momento emocionante, la hora del suceso que había atraído á Azpeitia tanta gente. Iba á comenzar la lucha de los barrenadores.

Doscientos años hace que toda mi parentela suda la gota gorda para que los señores de Ansur tengan buen vino en sus mesas y copas de oro en que beberlo y brocados y sedas con que vestirse. ¡Voto á tal que desde hoy me quito la librea y no vuelvo á trabajar para esos señorones holgazanes! Tened la lengua, Rodín, advirtió la ventera. No, no, dejadle, dijo uno de los leñadores.