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Es imposible que Dios ayude a ustedes. En vano pretendía dar dulzura a sus frases: la extraordinaria viveza de los ojos acusaba una resolución enérgica. No, madre; no esperen ustedes alivio ni amparo. En casa no hay religión, no se reza, no se practica una sola devoción... Da grima pensarlo.

Además, piense, doctor. ¡Cuando se ha estado en mi posición, cuando uno ha comido en vajilla de plata con sus armas... verse reducida á la caridad y á ser el juguete de los criados! No se sabe todo lo que yo sufro en esta casa ni se sabrá jamás. Cuando uno tiene orgullo, sufre sin quejarse; es por esto que me callo, aunque no deje de pensarlo.

Al ver esto, todas las vecinas de la casa que estábamos en los balcones, empezamos a tirarles cuanto teníamos. Una les echaba una cazuela de agua hirviendo, otra la sartén con el aceite frito; yo cogí el puchero que había empezado a cocer, y sin pensarlo dije: «Allá va»; y aunque aquel día nos quedamos sin comer, no me pesó, no, señor.

Llamas a esto perder la razón... Acaso el cordero no se rebela cuando lo llevan a... ¿Y querrías? ¿Así es como me amas?... ¿No piensas en Martín? ¡Es tu hermano! ¡lo !... Pero también que moriré si sigo por más tiempo al lado de él. Me pongo a temblar sólo al pensarlo... ¡Llévame contigo, Juan! ¡Llévame contigo!

Como no había hecho testamento... ¿Cómo había de pensarlo? ¿Es que podía prever ese accidente? Usted le vio después... después de la cosa... ¿no es cierto, señor Durand? porque yo había ido a Saint-Pol. Seguramente que le vi.

El barbero, que, tan sin pensarlo ni temerlo, vio venir aquella fantasma sobre , no tuvo otro remedio, para poder guardarse del golpe de la lanza, si no fue el dejarse caer del asno abajo; y no hubo tocado al suelo, cuando se levantó más ligero que un gamo y comenzó a correr por aquel llano, que no le alcanzara el viento.

De pronto, sin pensarlo, dile una respuesta airada. No me contestó. Quedóse triste y melancólico. Vi todo lo que pasaba por su espíritu; me pareció que su amor y la alegría, dimanada de este mismo amor, se derrumbaban; que ya no me querría nunca como siempre me quiso. ¡Ay, Dios mío! ¡qué pena! ¡qué angustia!

Yo la fundé; tu pobre padre mantuvo la reputación del establecimiento honrado, y ahora... tiemblo al pensar lo que ocurriría si Antonio se arruinase en la Bolsa como otros tantos.... Todo perdido, la tienda embargada, deshonrada para siempre.... ¡Gran Dios! No quiero pensarlo.

Después de pensarlo mucho, he determinado que seas cura. Hoy por hoy, hijo mío, los curas son los hombres que en España cuentan con porvenir más halagüeño, máxime si tienen aldabas.

Eso ya lo sabía yo... pues lo de al prójimo contra una esquina siempre me ha parecido una barbaridad. No hablemos más de eso.... No quiero pensar en cosas tristes. No digo más sino que si se me muere el hijo... vamos, no quiero pensarlo... si se me muere, lo mismo me da lo blanco que lo negro....