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La primera poesía suya, que se imprimió para el público, fué en loor de San Isidro, en diez cantos y en quintillas, apareciendo en el año 1599. Siguieron á ésta otras dos en 1602, escritas largo tiempo ántes, y tituladas La Arcadia y La hermosura de Angélica.

Así marchamos un cuarto de hora, conmovidos ya por un ruido profundo, solemne, imponente, que suena a la distancia. Es un himno grave y monótono, algo como el coro de titanes impotentes al pie de la roca de Prometeo, levantando sus cantos de dolor para consolar el alma del vencido... ¡Preparad el alma, amigo!

Quinta: prohibíanse asimismo todos los cantos y bailes indecentes y provocativos, y sólo las mujeres casadas podían presentarse en las tablas. Sexta: la entrada en los vestuarios se limitaba á los actores y á las personas pertenecientes á la compañía. Sétima: las representaciones no podían empezar después de las dos de la tarde en el invierno, y de las tres en verano.

Estos cánticos y romances místicos, escritos en dialecto gallego, interesantes porque nos dan á conocer las formas de los antiguos cantos religiosos, se han conservado en número de 400, con su música especial, en diversos manuscritos del Escorial y de la catedral de Toledo.

Sobre la inmensa capa de verdura que presenta la prodigiosa vegetación que se extiende por un terreno desigual y accidentado, se contempla un cielo puro y trasparente, bajo cuya diáfana bóveda baten sus alas y cantan sus amores, la pintada garza, la veloz dulili y la amorosa tórtola, cuyos cantos son interrumpidos por el agorero chillido del mamoy y el estridente graznido del fanifi.

Indudablemente existían esos cantos antes que el poema de que tratamos, puesto que la poesía popular es siempre resultado inmediato de la vida poética de cualquier nación.

La mirada de Angué sigue inmóvil. ¿En qué pensará? ¿Abrigará temores? No. El sol alumbra en el horizonte sin nubes, los canarios de China cantan sus amores, las bomgas y las palmas baten sus hojas ante la fresca brisa del mar. Con cantos, flores y luz no puede haber temores. El Asuang y todos los malos espíritus, ya sabe la dalaga que buscan las sombras.

En las fábulas de la antigüedad griega, en los mitos persas y en los viejos cantos indostanes, lo lo que más nos seduce son las transformaciones de la piedra y de la hierba, del animal, del hombre y del dios, símbolos primitivos del encadenamiento infinito de la vida en el universo.

La poesía ha hecho de él su principal asunto, así en cantos líricos como en narraciones, desde las edades más remotas hasta nuestros días.

El Romancero es el arca santa del idioma castellano, es su verdadera gramática y su verdadero diccionario. Sin los cantos del Romancero, es decir, sin la poesía, la España hablaria catalan, árabe, gallego ó teothesco, y el mundo no poseería este idioma abundante y sonoro, que segun Cárlos V, parece hecho para hablar con Dios.