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La existencia misma, y hasta la posibilidad del mundo sensible, son indiferentes á la existencia y combinacion de dichos elementos: ellos existirian en un mundo de inteligencias puras, aun cuando el universo sensible no fuera mas que ilusion ó una absurda quimera.

No le sorprendió porque alguna vez lo había hecho, aunque muy rara. Pero quedó admirada de que hallándose aún en el comedor se presentase Escudero. Después de los saludos y de algunas palabras indiferentes, el tío de Tristán le manifestó, con emoción mal disimulada, que su sobrino había tenido un lance de honor aquella tarde y que había herido a su adversario.

Gener, dice en su largo discurso, que el bien y el mal le son indiferentes; que él se limita a producir la vida, y que si crea flores, hermosura y salud, frutos sabrosos, palomas y tórtolas inocentes, mariposas y libélulas y lindos y pintados pajarillos que melodiosamente trinan y gorjean, crea también tigres y hienas, arañas deformes, ponzoñosos escorpiones, terremotos, huracanes y pestilencias y prolífica multitud de microbios, causa de las más asquerosas y mortíferas enfermedades.

Creo que esas circunstancias ajenas a su voluntad son el consentimiento de Luciana, y lo creo más al ver que me dejó para ir a afilar los lápices a aquella linda persona, que estaba dibujando, y que los dos se pusieron a hablar en voz baja de cosas indiferentes, pero en ese tono confidencial que indicaba claramente que sólo esperaban que yo me fuese para cambiar de asunto.

» Hable usted, tío. » ¿Conoces a Julio Raymond? » ¿Quién? ¿Ese joven que es procurador de usted? » , el mismo. ¿Qué te parece? » Me parece muy simpático... aun cuando procurador. » ¡Vaya! déjate de bromas. ¿Te repugnaría ese joven? » Para que a una mujer le cause repugnancia un hombre, tiene que amar a otro, y como yo no me encuentro en ese caso, todos me son igualmente indiferentes.

Las mujeres, aunque con trabajo, refrenaron su ira, porque el guapo tenía malas pulgas. Además, Frasquito y Gregorio las instaron á hacerlo. Se habló de cosas indiferentes como si nada hubiese pasado; se bebió y se cantó otra vez. Pero como la ira seguía rugiendo en los corazones, aunque los rostros se mostrasen alegres, cuando menos se pensaba estalló la tempestad de nuevo.

Se volvió de nuevo hacia el Jurado, le contempló con una larga mirada, clara y franca, y quedó un instante pensativo, cabizbajo, levantadas ambas manos a la altura del pecho, los ojos entornados, las cejas fruncidas. Los jurados y el público le miraban con interés, esperando algo extraordinario; sólo los jueces, habituados a las maneras oratorias de aquel señor, permanecían indiferentes.

Ella había salido al encuentro de mi camino, en el que sólo había encontrado hasta entonces seres indiferentes. Yo no cómo amé a Valentina; pero cuando la veía, cuando ella me hablaba, la sangre no corría por mis venas, enmudecía y me abstraía en la muda contemplación de aquella criatura.

Han de avistarse con una persona para tratar un negocio; no lo hacen, y andan mas camino, y consumen mas tiempo y mas palabras, hablando de cosas indiferentes.

Gustaba en los días de corrida, después del temprano almuerzo, de quedarse en el comedor contemplando el movimiento de viajeros: gentes extranjeras o de lejanas provincias, rostros indiferentes que pasaban junto a él sin mirarle y luego volvíanse curiosos al saber por los criados que aquel buen mozo de cara afeitada y ojos negros, vestido como un señorito, era Juan Gallardo, al que todos llamaban familiarmente el Gallardo, famoso matador de toros.