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»Mi querido Domingo: Es verdaderamente un muerto quien te escribe. Mi vida no servía para nadie demasiado me lo han repetido, y no podía menos de humillar a todos los que me aman. Es tiempo de acabar por mismo. Esta idea, que no data de ayer, volvió a mi mente el otro día al separarme de ti.

Dieron los hombres la última mano al circo, y el domingo, en el momento en que la gente salía de vísperas, se presentó el domador seguido del viejo en la plaza de Urbia, delante de la iglesia. Ante el pueblo congregado, el domador comenzó a soplar en un cuerno de caza y su ayudante redobló en el tambor.

Los indios habían salido de la iglesia con su música, el domingo antes, apenas se supo que Juan no esperaría el tren del día siguiente: y cuando le trajeron a Juan la mula, vio que la habían adornado toda con estrellas y flores de palma, y que todo el pueblo se venía tras él, y muchos querían acompañarle hasta la ciudad.

El tercer camino, que de esta provincia á la de Chiquitos abriò Domingo Martinez de Irala, y despues fué frecuentado de estas gentes que por él fueron á fundar

No sabía qué decirle, pero necesitaba verlo para no estar solo. Se presentó una de las criadas viejas, anunciando que el coronel se había ido á Monte-Carlo. ¡Este también! dijo el príncipe. Tomó su sombrero y su gabán para escapar al tedio de una tarde de domingo pasada á solas. Además, una fuerza indefinible tiraba de él igualmente hacia la inmediata ciudad.

Seis días pasaron después del suceso que acabamos de referir, durante los cuales vivió doña Mencía en el más completo retraimiento. No salía de sus apartadas estancias, y sólo la veían y hablaban con ella el P. Atanasio, Leonor y Nuño. Un domingo por la mañana ocurrió algo que allí podría pasar por novedad, ya que sólo de tarde en tarde recibía la alcaidesa visitas de sus parientes.

En poco estuvo el Conde de perderse, Y al fin salió, huyendo el aposento, A Santo Domingo á refugiarse, llevan de la iglesia el Sacramento; Despues por mas seguro guarecerse, En el campo la noche hizo asiento: Y oid lo que pasaba en esto en Lima Que solo referirlo causa grima.

El lugar que ocupaban los jesuitas fue sustituido por religiosos de las tres órdenes: Santo Domingo, San Francisco y la Merced; para cada pueblo fueron nombrados dos religiosos con títulos de cura y compañero, señalando a cada uno distinto sínodo, como ya queda dicho.

Y después de propalar entre los trabajadores que volvieron a Matanzuela el domingo, lo ocurrido en la noche anterior, emprendieron solas el regreso a sus casas, contando a todos los escándalos del cortijo.

Todo me parece de perlas dijo Rinconete , y querría ser de algún provecho a tan famosa cofradía. Siempre favorece el cielo a los buenos deseos dijo Monipodio . Todos se vayan a sus puestos, y nadie se mude hasta el domingo, que nos juntaremos en este mismo lugar y se repartirá todo lo que hubiere caído, sin agraviar a nadie.