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Jacinta no podía ocultarle nada, y tenía un gusto particular en hacerle confianza hasta de las más vanas tonterías que por su cabeza pasaban referentes a aquel tema de la maternidad. Y Juan, que tenía talento, era indulgente con estos desvaríos del cariño vacante o de la maternidad sin hijo.

Tuvo asimismo que consolar, sostener sin tregua a Berta, herida en lo más profundo por aquel fracaso de su joven maternidad. Como es natural, el matrimonio puso todo su amor en la esperanza de otro hijo. Nació éste, y su salud y limpidez de risa reencendieron el porvenir extinguido. Pero a los diez y ocho meses las convulsiones del primogénito se repetían, y al día siguiente amanecía idiota.

El abandonado. Vida virgen. La llamada del suelo. La tormenta sobre el jardín de Cándido. El poder de la mentira. Las noches claras. El hambre insaciable. Maternidad. Bajo el cielo vacio. Los pájaros se alejan y las flores caen. El crepúsculo de los dioses. Némesis. Lorenza Albani. El Justiciero. Un drama en el gran mundo. Anomalías. La amazona. La cárcel. Corazón pensativo no sabe adónde va.

Mi salud comenzaba a resentirse de las extravagancias de mi cerebro, y las personas extrañas entre las cuales vivía no pronunciaré su nombre, no merece figurar en estas páginas no existieron ya para sino como fantasmas. Las últimas cartas de Marta revelaban orgullo, respiraban júbilo y esperanza. Sus temores parecían haberse disipado, nadaba ya en las delicias que le prometía la maternidad.

Yo era bastante rica y estaba dispuesta a dar desde luego más de la mitad de la mía y el resto a mi muerte. Yo me conformaba asimismo con renegar de mi maternidad o con ocultarla, para que Juan Maury buscase y fingiese, para su hija, al reconocerla por tal, más decorosa madre que yo, y no casada sino soltera.

Me creía Venus, me creía Helena pasando ante «el banco de los viejos». Y para entregarme sin escrúpulo á mis expansiones de madre, recordaba á mis ídolos. También Helena había tenido hijos, y los hombres continuaban matándose por ella. Venus no había escapado á la maternidad, y los dioses y los mortales seguían adorándola, á pesar de que un retoño suyo revoloteaba por el mundo.

Y el púdico señor Vicente se fijaba en el abultado abdomen, sin escrúpulo alguno, como si la maternidad fuese una función falta de origen, en la que para nada intervenía el amor. Sospechaba, en sus piadosas fantasías, si este embarazo ocultaría algo sobrenatural, un prodigio de la voluntad divina.

Esta supuesta maternidad hizo enrojecer débilmente a doña Juana y aumentó la dura brillantez de sus ojos. ¡Ay, la memoria con sus penosas evocaciones!... ¿Y es de de quien esperas tu salvación? dijo lentamente «la Papisa», con una voz que silbaba entre los dientes, separados y amarillentos, pero todavía fuertes . Pierdes el tiempo, Jaime. Yo soy pobre... no tengo casi nada.

Las mujeres le narraban, sin perdonar detalle, las grandes enfermedades de que las había salvado la imagen milagrosa. Sus entrañas dolorosamente quebrantadas por la maternidad se habían tranquilizado después de varios emplastos de hierbas de la Cordillera y de la promesa de asistir á la procesión del Cristo de Salta.

Educación tan corta, ha limitado sin duda los progresos que hubiese podido hacer la foca. La maternidad sólo es completa entre los lamantinos, tribu excelente en que los padres no tienen ánimo para despedir al hijo. La madre lo conserva á su lado durante largo tiempo.