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Las mujeres le narraban, sin perdonar detalle, las grandes enfermedades de que las había salvado la imagen milagrosa. Sus entrañas dolorosamente quebrantadas por la maternidad se habían tranquilizado después de varios emplastos de hierbas de la Cordillera y de la promesa de asistir á la procesión del Cristo de Salta.

En vano iba conferenciando con todas las niñas casaderas de la población, para arrancarles la promesa de asistir, lo cual, en verdad, no le costaba gran trabajo. Mas en cuanto el papá se enteraba, fruncía el entrecejo y decía gravemente: Ya veremos, don Mateo, ya veremos. Este veremos significaba, las más de las veces, una prudente abstención.

Resuelto ya de partirse, María su mujer con todos los de su casa no quiso quedarse en Galípoli, porque como tenía por cierta nuestra perdicion, no le pareció aventurarse, pues la obligacion de asistir en Gailipoli faltaba con ausentarse su marido.

Había allí cuatro príncipes rusos y dos o tres griegos, varios marqueses italianos, un miembro del Parlamento inglés, un célebre poeta rumano, algunos señores polacos y seis o siete condes de Alemania y de Austria, todos hof-fähig, o dígase capaces de asistir en la corte, con dieciséis cuarteles cabales, y sin el menor menoscabo ni deterioro en ninguno de ellos.

Cabildo convoca á Vd. para que se sirva asistir precisamente mañana, 22 del corriente á las 9, sin etiqueta alguna, y en clase de vecino, al Cabildo abierto, que con avenencia del Exmo. Señor Virey ha acordado celebrar, debiendo manifestar esta esquela á las tropas que guarnescan las avenidas de esta plaza, para que se le permita pasar libremente.» «SE

Decía Pedro a su amigo que, por mala fortuna, habíase comprometido con su amigo lord S * para dar con él una vuelta en su yacht por el Mediterráneo; pero que, sin embargo, contaba con estar de vuelta en tiempo oportuno para asistir a la ceremonia nupcial, encargándole al propio tiempo que transmitiera sus respetuosos parabienes a la señorita de Sardonne.

En las provincias de la Península que había recorrido hasta entonces, desoladas por la guerra civil, no había tenido ocasión de asistir a estas grandiosas fiestas nacionales y populares, en que se combinan los restos de la brillante y ligera estrategia morisca con la feroz intrepidez de la raza goda.

Y doña Luz notaba que D. Jaime, sin ser vulgar, tenía el arte de hacerse comprender de los que lo eran, y que con sus discursos nadie se quedaba en ayunas, como con las reconditeces y los encumbramientos del Padre, el cual no dejó de asistir a todo esto, pero muy eclipsado y confundido entre la turba multa. En los apartes, D. Jaime hizo mil cumplimientos a doña Luz.

Iba a ponerse a estudiar, y no de cualquier manera ni cualquier cosa; sus estudios de retórica habían ya terminado el año último, y acababa de asistir a la toma de Troya y a la fundación de Roma; había bebido con Horacio en las cascadas del Tíber, admirado a las abejas con Virgilio, salvado a la República con Cicerón y alborotado en las plazas de Grecia con Demóstenes.

Y cuando alguna de sus muchas amigas necesitaba peinarse artísticamente para asistir a cualquier baile, Manuel Antonio se prestaba galantemente a arreglarle los cabellos, y lo hacía con la misma destreza y gusto que el mejor peluquero de Madrid. ¿Pues y cuando cualquiera de sus amigos se ponía enfermo? Entonces era de ver el interés, la constancia y la suma diligencia de nuestro viejo Narciso.