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Guardaos de jugar todo vuestro destino a un suceso que no depende de vosotras. Antes de ser esposas, antes de ser casaderas, sois personas; el perfeccionamiento de esa persona depende sólo de vosotras.» ¡Bravo por Marcel Prevost! exclamé con entusiasmo. Todo eso es justamente lo que yo pienso... ¡Y qué bien dicho está!...

Enfrente está Moro, ideal inaccesible de todas las niñas casaderas, cuya cabeza infatigable soporta fácilmente doce horas de tresillo sin mareo ni turbación alguna. De todas las instituciones creadas por los hombres, la más firme, la más respetable es ésta; el tresillo. Por su inquebrantable solidez puede compararse muy bien a las leyes inmutables de la naturaleza.

La falta de dote y las pretensiones de las jóvenes casaderas son motivos suficientes dijo Genoveva. No veo qué más puedes desear para informarte... repliqué hay además otra cosa.

A la novena no faltaban; se desparramaban por las capillas y rincones de San Isidro, y terciando la capa, el rostro con un tinte romántico o picaresco, según el carácter, se timaban, como decían ellos, con las niñas casaderas, más recatadas, mejores cristianas, pero no menos ganosas de tener lo que ellas llamaban relaciones.

Iban casi en orden hierático; delante las niñas de corto, entre quienes descollaba Nisita, ya espigada, provista de una gran pelota; luego el grupo de las casaderas, Josefina García, Lola Sobrado, luciendo sus mantillas y sus colas recientes; los flancos de este pelotón los reforzaban Baltasar y Borrén, y como Baltasar no se había de poner al ladito de su hermana, tocábale ir cerca de Josefina.

Habló también de su familia, que no era muy numerosa: dos hijas, ya casaderas, Adelaida y Elvira, y un hijo adolescente, Adolfo, que seguía la carrera diplomática, en el cajón mismo en que el Ministro de Estado guardaba sus notas secretas. De su mujer habló poco y como de paso, por lo cual sospechó el Reyecito que habría allí alguna messa allianza, ó quizá disensiones matrimoniales.

Derramó primero su mirada fascinadora, olímpica, por las butacas, dejando temblorosas y subyugadas a todas las niñas casaderas que por allí andaban esparcidas: después, con arranque sereno como el vuelo de un águila, alzóla al palco número once. No pudo reprimir un movimiento de sorpresa. ¿Con quién hablaba Clementina tan íntimamente? No conocía a aquel joven. Le dirigió sus diminutos gemelos.

Hacían cola las señoras aguardando su turno, empavesadas y solemnes, con mucha mantilla de blonda, mucho devocionario de canto dorado, mucho rosario de oro y nácar, las madres vestidas de seda negra, las niñas casaderas, de colorines vistosos.

Vamos, queridos, hacedme el favor de convencer a este babieca de que es un buen partido para cualquier muchacha, porque no quiere creerlo. ¡Aprieta, pues si D. Santos no es partido con cinco o seis millones de reales, no yo quién lo será! exclamó Mateo relamiéndose como padre de cuatro niñas casaderas que no acababan de casarse.

Ellos tenían sus familias y con más necesidades seguramente que la familia de aquel indio: el uno tenía una madre que pensionar y ¿qué cosa hay más sagrada que alimentar á una madre? el otro tenía hermanas todas casaderas, el de más allá numerosos hijos pequeñitos que esperan el pan como pajaritos en el nido y se morirían de seguro el día en que su destino le faltase; y el que menos, el que menos tenía allá lejos, muy lejos, una mujer que si no recibe la pension mensual puede verse en apuros... Y todos aquellos jueces, hombres de conciencia los más y de la más sana moralidad creían hacer todo lo que podían aconsejando la transaccion, que Cabesang Tales pagase el cánon exigido.