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Y, en efecto, la bella fruncía su divino entrecejo por la broma más inocente; iba adquiriendo una susceptibilidad tan delicada que casi se la hería con la vista. Sin embargo, hasta entonces se habían guardado las apariencias, aunque con trabajo. Velázquez seguía siendo la autoridad infalible é indiscutible de la casa; ella la mujer fiel y sometida que le servía.

Pero notando que la frente de su suegro se fruncía, y en sus ojos se apagaba repentinamente la sonrisa, añadió balbuciendo: Tampoco me parece que estaría mal en la Escombrera... Mucho mejor, Gonzalo... ¡Infinitamente mejor! Puede, puede. Y esta opinión mía añadió no vayas a figurarte que es de ayer mañana, sino de toda la vida.

Dábanle aspecto de dureza el pronunciado ceño, que fruncía involuntariamente, y un viso oscuro que le quedaba por lo fuerte de la barba, aún recién afeitada. Parecía hombre sujeto a sensaciones tardías, pero intensas y durables, pronto a convertir la firmeza en obstinación y la frialdad en violencia.

Comieron con el buen apetito de la juventud, con esa excitación que proporciona la novedad de los cambios de sitio. Feli, de vez en cuando, fruncía el entrecejo con sus preocupaciones de amita de casa. Esto empieza mal; gastamos demasiado. Con lo que cuesta este aparato que han traído del café tengo yo para dos días. Maltrana contestaba con risas.

Al reves de muchos reyes de Europa que llevan el título de rey de Jerusalem, D. Custodio hacía valer su dignidad y sacaba de ella todo el jugo que podía, fruncía mucho las cejas, ahuecaba la voz, tosía las palabras y muchas veces hacía el gasto de toda la sesion contando un cuento, presentando un proyecto ó combatiendo á un colega que se le había puesto entre ceja y ceja.

Sintió en su interior la molestia de la duda. ¿Debía relatar á Celinda y su marido el encuentro de aquella tarde?... ¿Sería más prudente comunicárselo solamente á Watson? Rara vez en sus conversaciones habían recordado á la esposa de Torrebianca. Celinda, tan alegre y desenfadada, fruncía el ceño con expresión agresiva cuando nombraban en su presencia á la marquesa.

Al mismo tiempo, su ministro de la Guerra fruncía las cejas, llevando instintivamente la diestra á la empuñadura del sable. Miguel reconoció al futuro enemigo en esta horda sucia y revoltosa. Con estos monstruos contaba su adversario infernal para triunfar en el porvenir.

Y siguiendo su costumbre en los días negros, cuando alguna inquietud fruncía su entrecejo, se fué á la taberna, buscando los consuelos que guardaba Copa en su famosa bota del rincón. A las diez de la mañana, cuando Pepeta con sus dos compañeras regresó de Valencia, estaba la barraca llena de gente.

Otras veces, su tristeza era fingida, y al expresarla fruncía irónicamente sus labios: «Una escampavía del gobierno acaba de apresarme una barca.» Y todos reían, sabiendo que Toni dejaba algunos meses que le cogiesen una embarcación vieja con algunos bultos de tabaco, para que sus perseguidores pudieran ostentar de este modo un triunfo.

Entonces, y sin saber por qué, Perla fruncía el entrecejo, cerraba el puño, y daba á su pequeño rostro una expresión dura, severa y de seco descontento; ó bien prorrumpía de nuevo en una risa más ruidosa que antes, como si fuera un sér incapaz de sentir y comprender el pesar humano; ó acaso, aunque muy raramente, experimentaba convulsiones de dolor, y en medio de sollozos y palabras entrecortadas expresaba su amor hacia su madre, y parecía que deseaba probar que tenía un corazón haciéndoselo pedazos.