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No se escandalice usted, padre mío, porque bien arrepentido estoy al presente de mis necias rebeldías que ahora juzgo culpables y odiosas. Hoy creo... Crea usted, amigo mío, y se salvará dijo el cura. En esa promesa del Evangelio confío, padre mío.

Desde la creación de la alcaicería de San Fernando, ó sea desde que á los chinos se les señaló como domicilio esa casa de contratación mandada construir por Real cédula de 7 de Septiembre de 1758, no han cesado nuestros legisladores de dictar disposiciones referentes al comercio chino, siendo en verdad la mayoría de ellas altamente odiosas, y si bien el Código de comercio fué promulgado en Filipinas, esto no obstante fué introduciendo la práctica y disposiciones posteriores grandes limitaciones, y al efecto, pueden verse la circular de 31 de Octubre de 1832 sobre capitaciones y empadronamientos de chinos, el superior decreto de 31 de Agosto de 1839 estableciendo prisiones indefinidas por falta de pagos de capitación, y restricciones para ejercer el comercio, y trabas para ausentarse del país, hasta el punto que no podían hacerlo, cual acontece hasta el día, sin licencia del Gobernador general, expediente y fianza.

Qué odiosas son esas bromas me dije. Pero de nadie se burlará; sabré esconderme y sabré ocultar lo que siento. A nadie interesa lo que pasa dentro de ; y bien se me puede considerar como una muchacha fría y sin corazón, con tal de que sepa yo que este corazón palpita lleno de ardor y de amor por la humanidad.

Esto no es creible, y por eso nos aventuramos á decir, que solo la mas completa ignorancia de lo que son nuestras Islas Filipinas, pudo ser la única causa y móvil que impulsó á sentar aquella proposicion, nada reparable para emitida en una conversacion particular por quien no haya visitado aquellos paises; pero de mucho bulto y trascendencia en quien escribiendo para el público, entra en comparaciones siempre odiosas, y se atreve á indicar la desmembracion de la monarquía, proponiendo se enajene una tan preciosa parte de ella como son las Islas Filipinas, que sin aventurar nada, se las puede hoy llamar la joya mas preciosa que adorna la corona de España.

Pero desde esto hasta la exagerada admiración del Sr. Reyles por las novelas francesas y rusas, hay todavía enorme distancia, que yo no paso. Las comparaciones son odiosas, y no trataré yo de sostener contra el Sr. Reyles que la novela contemporánea española no es inferior a las de los países citados.

Servía de base al drama el manoseado problema de la falsa posición creada por la sociedad al hijo natural, y el autor atacaba duramente ciertas hipocresías, que podrían ser ridículas sino tuvieran marcado carácter de intransigencias odiosas. La generala Pillote se mostró desde luego partidaria del perdón.

Quisiera yo dar aquí noticia de no pocas novelas que recientemente he recibido y leído; pero las comparaciones son odiosas, el juicio puede ser falible, cegado por la mayor o menor amistad que con los autores nos una, y esto me arredra y casi no consiente que trate yo aquí de las últimas novelas, y que las juzgue y las compare.

Cuanto más se prolongara el plazo, mayor era la probabilidad de verse libre, por lo menos, de algunas de las consecuencias odiosas a que había librado su ser más ocasiones le quedaban de gozar el extraño placer de ver a Nancy y de recoger las débiles muestras de un resto de afecto por él.

Porque en esa clase de desinteligencia, es raro que el desacuerdo se detenga en la indiferencia. Las odiosas y cínicas palabras proferidas públicamente por Diana eran, por otra parte, elegidas expresamente para exasperar al señor de Maurescamp.

Un motivo no puede faltarte para tus acciones odiosas; ya tienes el vicio de hacerlas. El sufrimiento interior que la expresión resentida de Raquel había suscitado en su espíritu, se anuló en seguida bajo la violencia de esta última frase. Como su hermana quisiera marcharse, la retuvo. Yo no podría sino reírme le replicó de cualquier muchacho que se parezca a Castilla.