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¡Canástoles, lo que voy a salir yo ganando con un ama de gobierno tan hacendosa como !... Pues respondiendo a tu pregunta, digo que no hay más asuntos. Hasta luego entonces. Hasta siempre, hija del alma... ¡Ah! por si se me olvida después: ya sabes que el primer ejemplar de tu retrato ha de ser para los de Méjico. El suyo, a la hora presente, debe de estar ya si toca o llega.

Si no son cuatro, no bajan de tres con ésta las veces que has recibido las noticias de tu primo como el diablo la presencia de la cruz; y ¡qué quieres que te diga?... me disgusta, me... vamos, que no me parece bien, porque no es justo... en fin, ¡qué canástoles! que hasta me desazona un poco...

¡Torna! dijo Bermúdez, parándose delante de ella : ¿habías vuelto a salir? ¿Vuelto? repitió Nieves muy azorada . ... no... Vengo ahora, papá. ¿De dónde, hija? Pues de pasear... ¿Desde que yo te dejé?... Desde que me dejaste. Cabal. ¡Canástoles con el paseo! Pues ¿hasta dónde has llegado?

Por eso, y por ser hijo de quien es, nos alegramos tanto de hallarle aquí. Además, yo le conocí a usted así de chiquitín. ¡Canástoles con el estirón que ha dado desde entonces acá! Hablando, hablando, se supo que el padre y la hija habían salido de Peleches a las seis de la tarde y bajado por la Costanilla.

¡Qué estorbar, hombre, ni qué canástoles! respondió Bermúdez que no deseaba otra cosa desde que había pescado algo también en don Claudio. A ver si a fuerza de acumular factores allí, salía siquiera una chispa de luz. Ya estamos andando. Y se fueron los dos al saloncillo.

Pues si ya estoy enterada, papá. Ya, ya; pero me parecía a que, en tales casos, debiera picarnos la curiosidad un poquito más de lo que nos pica... Eso es... Yo no qué canástoles me sucede contigo siempre que sale a danzar este punto... No acabo, vamos, de... En fin, que no veo a mi gusto las...

¡Por vida del ocho de bastos! exclamó éste interrumpiendo de pronto su descosido relato . ¡A que estoy yo dándote que cavilar y hasta que temer con estos recovecos y estas parsimonias, lo mismo que si pensara en salirte a lo mejor con alguna historia del otro mundo? ¡Ja, ja, ja! Pues estaría bueno eso, ¡canástoles!

Se da por entendido que no han de faltar ni el juez, ni el clero en masa, ni el médico viejo, ni otros personajes más o menos pesados de palabra, más o menos sinceros de intención. Pero, don Claudio, por el amor de Dios, ¡eso va a ser el acabose! ¿Por qué? ¡Adónde vamos a parar con tanta visita? Todo el verano hace falta para recibirlas y pagarlas... Para ellos estaba, ¡canástoles!

De esto y otras cosas parecidas quisiera yo hablar con usted cuanto antes. ¡Qué canástoles, hombre! ¿Tan urgente es el caso? Urgente, así en absoluto, no señor... Pues entonces, ¡qué demonio! empleemos la sobremesa en puntos de más enjundia... Deme usted alguna noticia más de las gentes de nuestro tiempo. Verbigracia, del famoso boticario... Yo, con permiso de ustedes, los voy a dejar.

De cualquier modo, la cosa no es divertida. ¡Canástoles! saltó don Alejandro entonces . Es que das por hecho que ese chico ha de serte molesto y aborrecible; y ¿por qué no ha de resultar todo lo contrario después que le trates? Porque es imposible eso, respondió Nieves con un acento de convicción tan absoluta, que dejó suspenso a su padre.