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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Ya se elegirá una hora conveniente respondió su padre para tranquilizarla . Y a mayor abundamiento, te llevaré conmigo, y tomaremos el aire de paso, y estiraremos los tendones; y si vienen visitas, que vengan; y si se amoscan... mejor... ¡canástoles! ¡Viva la libertad de Peleches! Y se fueron al comedor, triscando como dos chiquillos después de salir de clase. En el casino
Y ¿por dónde si no? replicó su hija . ¡Pues si he estado a pique más de dos veces, en estos últimos días, de pedírtelo como un gran favor! ¿No conoces bien mis gustos? ¡Canástoles!... De manera que todo lo que te he estado predicando... Sermón perdido, papá del alma... ¡Y cuidado que te había salido bien! ¡Qué lástima! ¡Aduladora!
¡Muy bien! dijo su padre dando pataditas en el suelo para desahogar la inquietud que le consumía . Pues ahora te pongo delante al propio boticario ese, y al mejor mozo y más rico y más honrado y decente de Sevilla, y te vuelvo a decir: elige. A Leto, insistió Nieves. ¡Canástoles! exclamó don Alejandro en los últimos extremos ya de la congoja que le ahogaba : ¡qué aberraciones, hombre!
No, ¡canástoles! aquello allá estaba de por sí, más adentro o más afuera; pero allá estaba... No tenía duda: para estimar una estatua en todo su merecido valor, había que verla colocada en su pedestal. ¡Canástoles, canástoles, si daba que rumiar el caso, para un hombre de los planes y de las ideas que él tenía en el meollo!
Pues son mis hermanos y mi hermana Lucrecia, y yo; yo sin pelo de barba todavía, pero con mis dos ojos cabales... con los que tú me alcanzaste aún, Catana, en época bien memorable para mí... Pero no hablemos de esto, canástoles, que es muy amargo y muy duro de digerir... Corriente.
Soy tu padre; tú eres mi única hija: ¿qué canástoles ha de preocuparle a uno si no son esas cosas tan agradables y tan?... En fin, que estoy en lo mío estando en esas cavilaciones y con esos recreos del ánimo... Pero aguárdate un poco, que no voy a tomar punto de ello en esta ocasión para acabar de aburrirte con otra rociada de chicoleos... ¡Pues tendría que ver la ocurrencia, canástoles! ¡Ja, ja, ja!
¡Y bien apretado, canástoles!... y otro para cada uno de ellos, a buena cuenta. Serán fiel y honradamente transmitidos... Esto engorda, señor don Alejandro... Sí, señor don Claudio; y Dios le pague a usted la parte que le alcanza en este bien que recibo. ¡Qué días estos pasados! ¡qué noches!... ¡Quién piensa ya en esas bagatelas?
Pero le he oído a usted calificar de malhadado el asunto principal, y me voy a tomar la libertad de decirle que no hallo el calificativo arreglado a justicia. ¡Canástoles!... ¿Cómo que no? Pues como que no. Yo tenía mis planes, señor don Claudio; yo tenía mis planes. Corriente: tenía usted sus planes.
Pues ya está usted sacándola. Cuando yo vine a Villavieja por primera vez... ¡Cómo! ¿No es usted de aquí, don Claudio? No, señora. ¿Usted no lo sabía? Lo habrá olvidado, porque yo creo habérselo dicho. No lo recuerdo. Yo soy de Astorga. ¡De Astorga? Sí, señora: de donde son las grandes mantecadas... Y los maragatos, canástoles, con sus bragazas de fuelle. Sí, señor, y a mucha honra.
Por visto, señores, por visto dijo resueltamente Bermúdez . ¡Canástoles! para prueba sobra con esto, que no es poco, sin necesidad de que tentemos a Dios. Nieves y Leto, y hasta Cornias que atendía a la escena medio sentado arriba sobre el tejadillo del tambucho, se echaron a reír.
Palabra del Dia
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