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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Sacó Bermúdez la cuenta por los dedos, temblones de gusto... Era jueves... Al anochecer del martes le tendría allí... ¡Canástoles, qué fortuna!... A Nieves con la noticia... Estaba en el saloncillo muy descuidada; se la espetó de golpe su padre, y como un golpe en la espinilla la recibió. A don Alejandro se le alargó la cara medio palmo.

Hombre, yo no he dicho... Las cosas claras, don Alejandro... ¡Canástoles! pues ¿qué más claras las he de poner?... Venga de eso, o de lo que mejor le cuadre... y a ver qué le parecen estas regalías para fumigar la conversación. La vitola es de primera. Pues a prender fuego a ese ejemplar... Ahí va la cerilla. Gracias, señor don Alejandro.

A ver si puedo yo ir ayudándote un poquito interrumpió Bermúdez con un gesto, como si mascara ceniza . eres una jovenzuela sin experiencia y sin malicias; y él un mozo que, aunque no largo de genio, al fin ha rodado por las universidades; se ha visto agasajado en Peleches y muy estimado por ti, que no eres costal de trigo; y ¡qué canástoles! hoy una palabrita y seis mañana, habrá ido insinuándose y atreviéndose poco a poco, hasta despertar en ti...

Nadie, ¡canástoles! nadie; porque yo tampoco lo creo; pero ¿por qué, con planes o sin ellos, se me ha atravesado este estorbo aquí? ¿Por qué no han ido las cosas por sus pasos contados? Y ¿qué más contados los quería usted, don Alejandro? Se han hallado sin buscarse; se han tratado sin pretenderlo; se han entendido sin explicarse... ¡ hasta parece providencial, hombre! créalo usted.

Contando con lo que piensa detenerse en Londres y en París, calcula que podrá estar en Villavieja, digo en Peleches, a últimos del mes que viene, de agosto... Nada, canástoles: mañana, como quien dice... Toma la carta: puedes enterarte de ella si quieres... ¿Para qué? dijo Nieves inalterable y serena. «¡Para qué!...» ¡Otra te pego!... ¿Para qué se entera uno de las cartas que lee?

¡Canástoles! ¡y se lo decía tan fresca y tan!... Pues para fingimiento y embustería, ya pasaba de la raya aquello; y si le hablaba en verdad, le quedaba por andar todo el camino para llegar adonde se dirigían él y su hermana desde tiempos bien lejanos. ¡Por vida de!... Tocó enseguida otro registro nuevo: Peleches.

¿Está usted seguro de que al tercero o cuarto... o vigésimo vuelo, después de metida en las espesuras del mundo, y con más años y más apetitos encima, hubiera caído mejor? Además, hombre, ¡qué canástoles! cuando yo empezaba a recrearme en ella, recién educada con tantas precauciones y tantos cuidados...

Pues ahora mismo voy yo a poner a su señoría macarena dijo Bermúdez empujando hacia dentro a las dos mujeres , delante de algo que no se pueda ver desde allá por mucho que levante la jeta el serrano de más alzada... ¡Canástoles con los melindres de mi abuela y el pujo de la comparación!... Por el pasillo de la derecha hasta la puerta de enfrente... Esta pieza, Nieves, no te la quise enseñar anoche, porque aún estaba arreglándose cuando te fuiste a acostar: ya te lo dije.

Y ahora, a su cuarto la niña para refrescarse la cara, y sobre todo los ojos, que se nos han puesto como dos puños... ¡Y unos ojos tan bonitos!... ¡Por vida de!... ¡Vaya, vaya!... Se nos va a lo mejor el santo al cielo; se deja uno ir detrás a lo tonto, y luego suceden estas cosas tan desagradables... ¡Canástoles!... ¡como si no hubiera tiempo de sobra en la vida para irse diciendo los secretillos más guardados, poco a poco y cuando mejor nos convenga! ¿No es así, hija del alma?... Conque a recogerse y refrescarse un poquito.

¡Canástoles! pensaba sin cesar . En esa cara hay algo de extraordinario: ese mirar no es suyo, ni ese color, ni esa expresión de sobresalto, ni... ni ese vestido es el que llevaba puesto esta mañana paseando conmigo, ¡ea! aunque lo diga quien lo diga... Hasta en el pelo, ¡canástoles! si me apuran un poco, encuentro ya algo que me extraña: parece más apelmazado y obscuro...

Palabra del Dia

commiserit

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