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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Cómo era aquella casa, qué habitaciones tenía, cuál de ellas sería más a propósito para Nacho y cuál para ella, para Nieves, según lo que aconsejaba el buen sentido... y también las circunstancias. Por allí dolía, según las señales que no pasaron inadvertidas para el ojo de Bermúdez. Pues ¡duro allí, canástoles, hasta que sangrara!

Pero enseguida protesto yo y le desafío a que me siga con la escopeta al hombro, o con el bastón en la mano por sierras y montes arriba, a la tostera del sol de junio o con las nieves de enero; y entonces se descubren las máculas que hay debajo del revoque, y falla la máxima esa; porque es bien seguro que cuando yo comience a jadear, está usted agonizando. Eso se vería, ¡canástoles!

No tanto, ¡canástoles! no tanto se decía , que tan malo es pasarse como no llegar. Que hay algo, no tiene duda; pero ¿por qué hemos de echar las corrientes hacia ese lado y no hacia otro? ¡La condenada malicia humana que jamás se arrepiente ni se enmienda!... No estoy conforme, no, señor, ni puedo estarlo. Hay que buscar por otra parte, y con juicio, y con equidad... y con lógica...

¡Canástoles! exclamó aquí Bermúdez, saltando otra vez sobre la silla . ¿así estamos ahora? ¿Cuándo hemos estado de otro modo, papá? repuso Nieves que por momentos iba alentándose : ¿cuándo me has oído cosa en contrario? Mujer, tanto como en contrario, no te diré; pero creerte enterada y perfectamente consentida, eso . Enterada, pase; pero consentida, no, papá: registra bien la memoria.

Después, la verdad sea dicha, el acto de su hijo, referido por Nieves esta mañana; las reflexiones a que esto me ha traído, ¡tan hondas, tan complejas!... En fin, hombre, ¿a qué canástoles hemos de andar en más pamemas?: le aseguro a usted que si no fuera por la contrariedad del arrastrado compromiso viejo y el temor de que mi pobre hermana Lucrecia, a quien ya no le cabe en la piel de puro gorda que está, estalle con el disgusto...

Con ello cumplo como hombre avisado y como padre cariñoso; y así me encuentro satisfecho, lo que se llama satisfecho hasta la hartura... ¡Canástoles! y a la porra lo demás.

Pues, hija mía, buen provecho repuso don Alejandro : mi gusto no perjudica al tuyo. ¡Cómo que no? Como que no. Yo me quedo, y te vas... Pero ¿estará bien eso, papá? Y ¿por qué no ha de estarlo, canástoles? Leto y Cornias bien de fiar son en todos sentidos. ¿No te parece? A , ... Pero pudiera chocar... Pues, hombre, ¡estaría bien que hubiéramos venido a Peleches para eso! ¡Bah, bah, bah!

Lo que le importaba era lo otro, lo otro, ¡canástoles! lo que en su concepto no daba espera, y por lo cual lo puso «sobre el tapete» en cuanto volvieron a casa los dos y tomaron un respiro. Repito lo dicho, hija del alma comenzó diciendo : estás de perlas vestidita de mujer; vamos, como si hubieras nacido así...

Muchas gracias... y vamos a rematar ahora el punto de las edades, que quedó empezado antes de abrirse este paréntesis que acabo de cerrar. ¡Canástoles, cómo le preocupa a usted ese punto, hombre! Pues supongamos que se echa la cuenta y que me sale usted alcanzado en cuatro años, o que los dos salimos pata; después de todo, ¿qué? Nadie tiene más edad que la que representa.

Pues vamos andando, hija del alma contestó, como distraído, a la insinuación de Nieves, sin dejar de mirarla con su único ojo, muy abierto, ni de pensar lo que pensaba . Te cae bien, bien de verdad, el atalaje ese que te pones por primera vez... ¡No, no, y llevar le llevas con una soltura!... ¡Canástoles con la chiquilla!... A ver, a ver por detrás... No te pares, no: sigue, sigue andando... ¡Mejor que mejor! ¡Canástoles con la criatura de antes de ayer!... A la calle ahora... Eso es... así se anda... como el sol y la luna... ¡Ajá!

Palabra del Dia

ciencuenta

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