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Buenas noches, Maximina dijo nuestro joven acercándose a ella. ¡Ay! buenas noches. ¿Aún no se ha decidido V. a bailar? No señor. Pues yo . La niña le miró sorprendida. Pero antes quiero descansar un poco al lado de V. ¿No hay por ahí una silla? Voy por ella ahora mismo repuso muy azorada. Y entrando en el estanquillo, salió con una que colocó bastante lejos de la suya.

Es necesario que le digáis, que le hagáis creer que nada os importa ya don Juan. Os comprendo, os comprendo, descuidad. En aquel momento sonó el ruido de una carroza y Casilda entró azorada. ¡El duque de Lerma! exclamó. El duque... lleváos al momento esta mesa... y vos... vos don Francisco, escondéos aquí. ¡Cómo! ¿en vuestro dormitorio? , , desde ahí podréis oír y ver.

¡Torna! dijo Bermúdez, parándose delante de ella : ¿habías vuelto a salir? ¿Vuelto? repitió Nieves muy azorada . ... no... Vengo ahora, papá. ¿De dónde, hija? Pues de pasear... ¿Desde que yo te dejé?... Desde que me dejaste. Cabal. ¡Canástoles con el paseo! Pues ¿hasta dónde has llegado?

Aquella tarde fué Rita a Rucanto, impaciente por ver a su niña y saber si era cierto que estaba tan contenta como el médico había dicho. Encontró abierta la casa, y a su llamada nadie respondía. Fué subiendo la escalera lentamente y se deslizó un poco azorada por los pasillos.

Cuando recobró el conocimiento, estaba medio tendida en el sofá; el cuerpo de su vestido estaba desabrochado y Roussel tenía cogida su mano y se inclinaba sobre ella con inquietud. Después de veinte años, se encontraban en la misma situación que el día de su rompimiento. Se levantó azorada y dijo con amargura: ¡Confiesa que has deseado mi muerte!

No pudo continuar porque entró D. Pedro, todo lleno de bizmas y parches, fruto amarguísimo de la brillante campaña del Condado. Levantose azorada doña Flora, y dijo: Sr. D. Pedro... es una casualidad, créalo usted, que se encuentre aquí este mozuelo... Nunca está una libre de calumnias... Este chico es tan loco, tan imprudente...

Dispense V.E. ... el señor duque está bueno.... Me parece que aún está en su gabinete.... En aquel momento una doncella, que desde el fondo del corredor la vió y escuchó sus preguntas, corrió toda azorada a avisar a la señora. Clementina también subió con pie rápido la escalera del piso principal.

Una criada, toda azorada, retira el capón en el plato de su salsa; al pasar sobre hace una pequeña inclinación, y una lluvia maléfica de grasa desciende, como el rocío sobre los prados, a dejar eternas huellas en mi pantalón color de perla; la angustia y el aturdimiento de la criada no conocen término; retírase atolondrada, sin acertar con las excusas; al volverse tropieza con el criado que traía una docena de platos limpios y una salvilla con las copas para los vinos generosos, y toda aquella máquina viene al suelo con el más horroroso estruendo y confusión.

Os suplico, bella duquesa la dijo asiéndola una mano y besándosela, como hubiera podido hacerlo un caballero particular que seáis mi amiga. ¿Vuestra majestad desea ver á la reina? dijo toda azorada doña Juana. Deseo más. ¿Y qué más desea vuestra majestad? Deseo... que... que esto se quede entre nosotros. Yo jamás faltaré á lo que debo á mi lealtad, señor.

Mientras tanto, Fritz y la casera acudían al caído en el momento en que, desembarazándose este del waterproof que le envolvía y sentándose en el suelo, dejaba ver la granujienta faz de Diógenes, azorada, reflejando todavía la colosal borrachera que se había tomado la víspera, mirando a todas partes con aire de extrañeza, sin acertar a explicarse cómo, habiéndose dormido en lo alto de una banqueta del mail-coach, despertaba sentado en el suelo en mitad de un camino.