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Sintió de golpe toda su debilidad, toda su miseria, mientras la sangre seguía tiñendo de púrpura los minúsculos lagos de las rocas. Al cerrar los ojos para morir, vió en la obscuridad una cara pálida, unas manos que tejían sutiles encajes, y antes de que la noche cayese definitivamente sobre sus párpados, murmuró con balido infantil: ¡Mamá!... ¡mamá!...

Las sombras corrían perseguidas por las faldas de los montes á guarecerse en el fondo oscuro de las cañadas. El ambiente adquiría una trasparencia radiosa. El paisaje se iba tiñendo lentamente de un verde claro sobre el cual se destacaban las masas oscuras de los castaños. De la montaña venía un aire vivo; el fresco aliento de los bosques que pasaba por las sienes de la niña refrescándolas.

Aquellos peces, que parecen hombres, saltan, punzados, atravesados, abiertas las carnes, tiñendo el agua con su sangre por momentos. Su dolorosa agitación, el furor de que están poseídos sus verdugos, el mar que ya no es mar, sino un no qué espumoso que vive y humea, todo esto produce el vértigo.

Hoy que el placer corona tu cabeza, Quiero estrechar tu mano con terneza Y darte el parabien: Porque en los dias de contento ó duda La mano del amigo nos ayuda A soportar nuestro placer tambien. Hoy un hijo ha nacido en tu familia, Como tras larga noche de vigilia Se brillar el sol; Y su sonrisa pura cual la aurora Todo el hogar doméstico colora Tiñendo los semblantes de arrebol.

No hay que tomarlo así, hombre. Son cosas de la vida. El chico ha muerto donde murieron todos nuestros parientes, donde moriremos nosotros. Todo es cuestión de más pronto o más tarde... Pero ahora, a lo que estamos; a pensar que somos unos pobres. Y preparando dos nudos corredizos apresó el cuerpo del atún y lo llevó a remolque de la barca, tiñendo con sangre las espumas de la estela.

Cuando llovía en las montañas de Aragón, un líquido terroso desaguaba en el golfo, tiñendo las olas de encarnado y las espumas de amarillo. Además, le era imposible entregarse al placer diario de la natación. Una mañana de invierno, al empezar á desnudarse en la playa, la gente corrió como atraída por un fenómeno. El pescado del golfo tenía para él un sabor insoportable á légamo.

Aquella sangre, henchida de juventud, que discurría por sus venas azuladas, tiñendo de carmín las mejillas y latiendo poderosa en las sienes, tenía fuerza bastante para ahogar los negros fantasmas de la imaginación. Era el suyo un temperamento feliz que sólo muy tristes y odiosas circunstancias podían volver desgraciado.

La mas gente que á yerbas ha salido, Sin armas, y sin fuerzas y sin brio, Con solos los costales han partido, Los mas casi desnudos y con frio. Pues llega el Abayuba encrudecido, A su lado con él viene su tio, Y entrambos tal estrago van haciendo, Que las yerbas del campo van tiñendo.

En algún momento se abría una abertura y salía un haz de rayos que llenaba el mar de reflejos de color de rosa y morados, reflejos que no llegaban al interior de las olas, porque éstas presentaban su hueco en sombra de un tono azul verdoso muy pronunciado. A la altura de Zumaya se ocultó definitivamente el sol, tiñendo de rojo las ganas, y la obscuridad se precipitó sobre el mar.

Arevalo gallardo hiriendo La gente que jamas fue conquistada; El hierro de su lanza va tiñendo En sangre con los sesos mixturada. Con fuerza Aguilera descubriendo Aquí, y acá y allá de una lanzada: Al indio deja tal, que parecia Que el indio la tierra se hundia.