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El águila parece haber depuesto la altivez de sus dias de libertad, y su ojo se fija en el cíelo y en los perfiles de las rocas artificiales; con la codicia del que condenado á ver de cerca un tesoro no puede alcanzarlo jamas.

Los despojos de su suelo ruedan hacia el barranco cuando las cabras saltan por las rocas. Y las piedras desprendidas forman otro monte que crece gradualmente. Al abrigo de éste, vive alguna cepa, que busca en vano un árbol donde enredar sus sarmientos. En vano también, el arce crece y se arrastra entre los zarzales. Donde los chicos del pueblo roban a los pájaros las moras negras como el azabache.

¡El mar sin límites, que recibió mis primeras miradas! ¡las verdes montañas de mi hermosa Galicia, de entre las cuales pluguiera á Dios no hubiera salido nunca! Como os decía, la impaciencia me devoraba. Sólo veía delante de , porque la noche era muy obscura, una línea algo más clara, una línea movible. Era el mar que venía á romper sus olas en las rocas.

Algunos de estos seres eran capaces de un poderoso mimetismo que les hacía confundirse con los objetos inanimados ó pasar en pocos momentos por toda la gama de colores. Unos, de nerviosa actividad, se inmovilizaban y encogían, llenándose de rugosidades, tomando el tono obscuro de las rocas.

Más allá de la playa de los vascos, en una alta y escondida explanada que forman las rocas no lejos de cierta villa deliciosa, hizo alto la alegre turba, dispuesta a sentar allí sus reales para comer y sestear.

A este surco siguen otros, y otros más, que rayan la superficie de las rocas y se unen en quebradas, las cuales convergen á un círculo, desde donde, por una serie escalonada de desfiladeros y de hoyas, corren las nieves y bajan las aguas del valle. Allí, en un suelo pendiente apenas, ya aparecen los prados, los grupos de árboles domésticos, los caseríos.

Se había sentado á descansar en las rocas negras con faldellines de algas que asoman su cabeza ó la hunden, al capricho de la ola, esperando la noche y el buque ciego que venga á romperse como una cáscara.

Acullá hay continuo remolino, movimiento de olas que se persiguen y se alcanzan en caprichosos círculos. A veces es bastante lisa la faja de vapores; el nivel de las ondas de bruma se sostiene á altura casi uniforme en todo el contorno de rocas que sobresalen como promontorios, y en muchos sitios cimas de colinas aisladas se yerguen encima de la niebla como islas ó escollos.

Querían soñar bajo la nieve perfumada de los interminables bosques de naranjos; ser dueños de los valles abrigados donde el mirto y el jazmín embalsaman el aire salitroso; de los volcanes mudos que dejan crecer entre sus rocas el áloe y el cacto; de las montañas de mármol que descienden sus blancas aristas hasta el fondo del mar y refractan el calor africano emitido por la costa de enfrente.

Un alegre cascabeleo dominaba los ruidos de la plaza y las voces enérgicas del postillón en traje de la huerta, que gritaba «¡arre! ¡arremanejando con rara maestría una docena de ramales. Las rocas, una tras otra, fueron desfilando por la plaza, produciendo cada una de ellas una verdadera revolución.