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La gran sábana de agua que se extendía hasta El Moral tomaba un color terroso por los bordes, obscuro y profundo por el centro. María cogió de nuevo el libro, acercó una silla a la ventana y, sentándose en ella, se puso a leer, porque la luz ya se lo permitía.

Su cabeza se hundió en el barro, tragando el líquido terroso y rojizo; creyó morir, quedar enterrado en aquel lecho de fango, y al fin, con un esfuerzo poderoso, consiguió enderezarse, sacando fuera del agua sus ojos ciegos por el limo, su boca que aspiraba anhelante el viento de la noche. Apenas recobró la vista, buscó á su enemigo. Había desaparecido.

Entonces puedo ir a felicitarlos ahora mismo dije. Tontuela dijo ella. Pero antes de que pudiera poner mi proyecto en ejecución, vi que la puerta del cuarto contiguo se abría, y por ella salir lentamente, como si saliera de un ataúd, a Roberto, al primo Roberto, con el rostro terroso, la frente cubierta por gruesas gotas de sudor. Yo también sentí al verlo que la sangre se retiraba de mi cara.

La silla avanzaba. Por fin, después de largo lapso de tiempo, difícil de apreciar, se detuvo. Ramiro, al descender, hallose en una cuadra ruinosa y obscura. La anciana vendole los ojos con negra tira de lienzo y, tomándole de la mano, comenzó a conducirle a lo largo de algún corredor subterráneo, a juzgar por el frío que sentía en las espaldas y el olor terroso del ambiente.

Su color era terroso, tenía la mirada bizca y los pómulos salientes. En un momento se había transfigurado, como si el salvajismo de los remotos abuelos, despertando en su interior, se le hubiese subido al rostro. Puesto que no hay avenencia posible.... Ahora creyó el coronel haber atrapado la última parte de su fugitivo discurso.

Al poco rato sucedió lo mismo en el extremo opuesto, enmudeciendo las tres o cuatro piezas que hacían fuego desde la línea inferior de las trincheras. Los liberales siguieron disparando, y así trascurrió una hora. De pronto, de entre las quebraduras de los cerros, ocupados por el ejército, salieron dos columnas de tropa, destacándose las filas de pantalones rojos sobre el gris terroso del suelo.

Privado de la ayuda de Amparo, el barquillero había tomado un aprendiz, hijo de una lavandera de las cercanías. Jacinto, o Chinto, tenía facciones abultadas e irregulares, piel de un moreno terroso, ojos pequeños y a flor de cara: en resumen, la fealdad tosca de un villano feudal.

Debo privarme de su presencia, y sólo de tarde en tarde encuentra abierta una casa que yo le hice considerar como suya... Por tu culpa, ese muchacho, en el que veía á un hijo, es ahora simplemente un hombre, y yo, su madre, he vuelto á ser una mujer. El rostro de Lubimoff se puso ensombrecido y terroso, como en la tarde del duelo. Iba comprendiendo.

Muchos vendían una a una sus prendas de ropa a cambio de algunos vasos de líquido terroso y recalentado, y llegaban desnudos al término del viaje.

Pero mientras se me ha ido la pluma hablando de Miranda, el buque avanza, y al fin, dos días después de haber dejado Puerto Cabello, notamos que las aguas del mar, verdes y cristalinas en el Caribe, han tomado un tinte opaco, más terroso aún que el de las del Plata.