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Lo que me agradaba también mucho eran los objetos del culto japonés, sus diminutos dioses de madera pintada, las casullas, los vasos sagrados y esas capillas portátiles, verdaderos teatros de muñecas, que conservan los fieles en un rincón de su casa. Los pequeños ídolos rojos están alineados en el fondo, hacia adelante pende una cuerdecita con nudos.

Aquí tienes una vasija dijo tomando en la mano uno de ellos . La caña de bambú está hueca, como sabes, entre cada dos nudos, lo mismo que cualquiera otra especie de cañas, y este trozo tiene sendos nudos en sus extremos. Ya comprendo: se hace un agujero en uno de los nudos, se echa por él el agua, se tapa después con un tarugo y ya está hecha la vasija. Efectivamente, Cornelio.

De regreso a Mâcón, mi madre volvió a encerrarse en su pequeña casita junto a las Ursulinas. Cuando la noche estaba oscura y apagados los faroles de la calle, se deslizaba desde el aposento de mi padre hasta el desván, una cuerda llena de nudos, por medio de la cual se valía para pasar junto a los seres que idolatraba, algunas horas deliciosas e intranquilas a la vez.

La tripulación le comprendió perfectamente; la alternativa era inevitable; así, gracias a las velas de que estaba cargado y a sus vigorosos remeros, El Gavilán comenzó a hacer tres nudos. Pero Kernok no se engañaba sobre la marcha de su buque; veía bien que la corbeta inglesa tenía sobre él una ventaja real, puesto que venía con el viento.

El Océano es el único maestro que en la vida enseña á amar y á perdonar! La María Rosario navegaba por el Pacífico con una marcha de ocho nudos, cuando de pronto en la noche del día primero de Agosto fué aflojando el viento, cesando á las pocas horas por completo.

Pero después de una lucha de dos horas con su fuerza indomable y su mucosidad resbaladiza, que escapaba á la presa de nudos y arpones, lo habían dejado perderse en la profundidad. Era el príncipe de Mónaco, sumo pontífice de la ciencia oceanógrafica, el que afirmaba para siempre la existencia del fabuloso kraken con los descubrimentos de sus sabias correrías á través de las soledades oceánicas.

Gracias, Harvey, respondió Marenval; para prueba nos basta ese lago interior, como usted llama desdeñosamente al Mediterráneo, que es muy traidor, entre paréntesis... ¿Y en qué barco irán ustedes? Tenemos en tratos un yate, dijo Tragomer; el que sirvió á lord Spydell para ir al Cabo el año último. Es un vaporcito de sesenta metros de largo, de buenas condiciones marineras y que anda doce nudos.

No ve la dicha más que lejos de él, y, desde que cree haberla visto en alguna parte, rompe, para alcanzarla, los nudos que le atan al lugar donde se encuentra; ¡dichoso si pudiera romperlos todos! ¿Qué ocurre mientras tanto?

Estás cautivo, y el feroz sultán Ismael no soltará jamás los nudos de tus cadenas. tienes fértiles territorios, él posee grandes Estados; están en linde y deben confundirse, y con tu muerte, él los hereda como hermano de tu padre; triste catástrofe.... ¡Oh, Nadir, me inspiras compasión! ¡Oh, virgen hermosa!

En vano un espíritu fuerte, como Juanita, se esfuerza en romper los nudos de la tutela estúpida con que se la quiere oprimir. Tendrá que dejarte, y se casará con ese alcornoque, á quien los clérigos y beatas que pululan en aquella casa, elogian sin cesar, encomiando sus virtudes, su religiosidad, su grande amor á la causa carlista y sus inmensos ganados.