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1 Y mandó José al mayordomo de su casa, diciendo: Llene los costales de estos varones de alimentos, cuanto pudieren llevar, y pon el dinero de cada uno en la boca de su costal; 2 y pondrás mi copa, la copa de plata, en la boca del costal del menor, con el dinero de su trigo. Y él hizo como dijo José. 3 Venida la mañana, los hombres fueron despedidos con sus asnos.

Mi padre, que Dios perdone, tenía cargo de proveer una molienda de una aceña, que está ribera de aquel río, en la cual fué molinero más de quince años. Pues siendo yo niño de ocho años, achacaron a mi padre ciertas sangrías mal hechas en los costales de los que allí a moler venían, por lo cual fué preso y confesó y no negó y padesció persecución por justicia.

18 Y aquellos hombres tuvieron temor, cuando fueron metidos en casa de José, y decían: Por el dinero que fue vuelto en nuestros costales la primera vez nos han metido aquí, para revolver sobre nosotros, y dar sobre nosotros, y tomarnos por siervos a nosotros, y a nuestros asnos.

Pues a recoger la bellota profirió rotundamente después de haberse gozado en tenerlos unos instantes suspensos. ¡Celipe, Celipe, no seas burro! exclamó el tío Leandro con acento severo. ¡Anda! replicó Felipe encrespándose . ¡Pues poco que se recreaba el amo el día de San Eugenio viéndonos cargar con los costales llenos y emborrachándonos dimpués!

Pues siendo yo niño de ocho años, achacaron a mi padre ciertas sangrías mal hechas en los costales de los que allí a moler venían, por lo que fue preso, y confesó y no negó y padeció persecución por justicia. Espero en Dios que está en la Gloria, pues el Evangelio los llama bienaventurados.

Condescendió á sus ruegos, y mandándoles presentar todos los costales de papas que tuvieren para abastecer el ejército, que estaba muy escaso de pan, ofreciéndoles se los pagarian de buena , á sus justos precios en sus propia presencia.

La mas gente que á yerbas ha salido, Sin armas, y sin fuerzas y sin brio, Con solos los costales han partido, Los mas casi desnudos y con frio. Pues llega el Abayuba encrudecido, A su lado con él viene su tio, Y entrambos tal estrago van haciendo, Que las yerbas del campo van tiñendo.

Desde el Mercado nos dirigimos, dando un rodeo, hacia la Calle de la Rúa, cuyo anticuado aspecto habíamos oído celebrar mucho; pero, antes, al pasar por cierta solitaria plazuela, tuvimos que hacer otra parada para contemplar á dos notabilísimos personajes que, rodeados de gran número de bestias y de montones de costales llenos y vacíos, contaban dinero á la puerta de una vetusta casa, como si en ella acabasen de comprar ó de vender trigo, cebada, maíz ó cosa tal.

Y preguntándole al asturiano qué habían de comprar, les respondió que sendos costales pequeños, limpios o nuevos, y cada uno tres espuertas de palma, dos grandes y una pequeña, en las cuales se repartía la carne, pescado y fruta, y en el costal, el pan; y él les guió donde lo vendían, y ellos, del dinero de la galima del francés, lo compraron todo, y dentro de dos horas pudieran estar graduados en el nuevo oficio, según les ensayaban las esportillas y asentaban los costales.

19 Y se llegaron a aquel varón que presidía en la casa de José, y le hablaron a la entrada de la casa. 20 Y dijeron: Ay, señor mío, nosotros descendimos al principio a comprar alimentos; 23 Y él respondió: Paz a vosotros, no temáis; vuestro Dios y el Dios de vuestro padre os dio el tesoro en vuestros costales; vuestro dinero vino a . Y sacó a Simeón a ellos.