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El mostrador iba de una á otra pared á lo ancho y era oscuro, y estaba resplandeciente por el uso lo mismo que si lo acabasen de barnizar. Había clavadas en él algunas monedas falsas, y en uno de sus extremos se veía una pecera sucia por la cual nadaban algunos pececillos colorados. Detrás del mostrador, y en un rincón de la tienda, una mesilla rodeada por un enrejado de madera pintada de verde.

Sentía una indignación tan grande como la cólera de Aquiles, el hijo de Peleo. Petra intentó arrancar el brazo de su ama de aquella trampa en que había caído. Era una máquina que, según Frígilis y Quintanar, sus inventores, serviría para coger zorros en los gallineros en cuanto acabasen ellos de vencer cierta dificultad de mecánica que retardaba la aplicación del artefacto.

¡Batiste! ¡Batiste!... Vine pronte. Y Batiste corrió á través del campo, asustado por el tono de voz de su mujer. Luego vió que se mesaba los cabellos gimiendo. El chico se moría: bastaba verlo para convencerse. Batiste, al entrar en el estudi é inclinarse sobre la cama, se agitó con un estremecimiento de frío, algo así como si acabasen de soltarle un chorro de agua por la espalda.

Sintió también que el golpear no cesaba, pero no vio quién lo podía causar; y así, sin más detenerse, hizo sentir las espuelas a Rocinante, y, tornando a despedirse de Sancho, le mandó que allí le aguardase tres días, a lo más largo, como ya otra vez se lo había dicho; y que, si al cabo dellos no hubiese vuelto, tuviese por cierto que Dios había sido servido de que en aquella peligrosa aventura se le acabasen sus días.

Diómela, como recuerdo, el viejo morisco que no quiso permitir que los demás me acabasen a cuchilladas. El hidalgo contrajo su semblante, y poniendo la diestra sobre el hombro de Ramiro, díjole quedamente, para que sólo él le escuchara: Por la honra de su nombre, vuélvase vuesa merced a su aposento y esconda esa daga donde nadie la vea, que yo lo que le importa.

Sentían un ansia de novedad, de verlo todo de una vez, como descubridores que acabasen de abordar a una tierra desconocida. Disponían de poco tiempo. Junto a la escala, el mayordomo y los camareros repetían a los fugitivos que el buque iba a partir a las doce en punto: ni un minuto de retraso. Ojeda se vio solo en el muelle. Casi todos los pasajeros estaban ya en la Avenida.

Y, diciendo esto, la tornó a abrazar y a juntar su rostro con el suyo, con tan tierno sentimiento, que le fue necesario tener gran cuenta con que las lágrimas no acabasen de dar indubitables señas de su amor y arrepentimiento.

No, no me toque usted, mamá.... En sus oídos sonaban estas palabras como si acabasen de ser pronunciadas, y veía aún el gesto de repugnancia con que las había acompañado. ¿Qué cambio tan rápido era aquél, desde la adoración idolátrica a una repulsión instintiva? ¿Sabría algo su hijo?

Y el ingeniero adivinaba algo de ridículo en su situación, como si realizándose las irónicas fantasías del doctor acabasen de sorprenderle dando su serenata ante el hotel del millonario. Aún pasearon mucho tiempo los dos amantes. Deteníanse para contemplar una flor rara, seguían con atención infantil los saltitos de los pájaros corriendo por los andenes.

Y esto ansí hecho, el Inca é los señores é los demás caciques, anduvieron fortaleciendo y reparando estas veras destos dos arroyos de la ciudad del Cuzco, que ya habeis oido, andando siempre ansí él como ellos sobre los tales obreros que en la tal obra andaban, dándoles la más prisa que podian á que con toda brevedad hiciesen y acabasen los tales reparos y fortalecimientos, en la cual obra estuvieron cuatro años, dándose la brevedad que les fué posible hacer é acabar su obra.