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La conversación quedó limitada al duque y Félix Aldea: el primero, apurando cuantos lugares comunes y frases hechas acoge la intransigencia disfrazada de moralidad, repetía los argumentos ideados por todos los que, afectando desconocer el origen de muchas faltas, son exigentes para que se les tenga por justos.

Dióles noticias de las armas, municiones y tropas milicianas que ya tenia á sus órdenes, representóles los beneficios y ventajas que podian esperarse para el resguardo de aquella provincia, y recuperacion de otras, si el Cielo se dignaba bendecir y prosperar sus sanos designios, y concluyó rogándoles le diesen su dictámen, y le representasen todos los inconvenientes que considerasen justos, para variarla en caso que fuese preciso.

¡Bien! acepto su explicacion contestó el enfermo despues de una pausa; me he equivocado, pero, porque me he equivocado, ¿ese Dios ha de negar la libertad á un pueblo y ha de salvar á otros mucho más criminales que yo? ¿qué es mi error al lado del crímen de los gobernantes? ¿Por qué ese Dios ha de tener más en cuenta mi iniquidad que los clamores de tantos inocentes? ¿Por qué no me ha herido y despues hecho triunfar al pueblo? ¿Por qué dejar sufrir á tantos dignos y justos y complacerse inmóvil en sus torturas?

Arreglándose en la forma dicha el gobierno de estos pueblos, me parece que los objetos a que el gobernador debería dirigir sus cuidados con particularidad son los siguientes: En primer lugar, era preciso que el gobernador atendiese a que a los indios no se les faltase por los factores en nada, en la forma que queda explicado, que sus jornales les fuesen justamente pagados, que se les vendiesen los mantenimientos y demás necesarios a su conservación y comodidad con la mayor equidad, y que se les comprase cuanto ellos tuviesen y quisiesen vender por sus justos precios, formando aranceles para todo; de forma que cada año, por el mes de febrero o marzo, que es cuando se han verificado las cosechas y se disponen las futuras siembras, se publicasen los aranceles para el año siguiente, así de los precios a que se les había de comprar todo lo que ellos recogieran y beneficiasen, como a los que se había de vender, que, siendo por mayor la venta, no excediese del precio a que se compraba de un quince por ciento, y por menor de un veinte y cinco.

Tirso recordaba las palabras de la Escritura: Desaparecerá el impío como la tempestad que pasa; mas el justo es como cimiento durable por siempre. La esperanza de los justos es alegría; mas la esperanza de los impíos perecerá. Desde que Tirso despreció a Pateta por verle con uniforme de corneta de milicianos, según él contó a Paz, no pudo el chico refrenar la antipatía que le inspiraba el cura.

Mas, con todo esto, sube en tu jumento, Sancho el bueno, y vente tras ; que Dios, que es proveedor de todas las cosas, no nos ha de faltar, y más andando tan en su servicio como andamos, pues no falta a los mosquitos del aire, ni a los gusanillos de la tierra, ni a los renacuajos del agua; y es tan piadoso que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y llueve sobre los injustos y justos.

Y la rodee un brazo a la cintura. ¡Oh! ¡qué es esto! ¡Dios mío! exclamó Amparo levantándose pálida como un cadáver. Mis celos son justos dije fingiéndome desesperado tu amor hacia un ser misterioso, te hace horrible toda demostración de amor por mi parte.

30 Y los escribas y los fariseos murmuraban contra sus discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores? 31 Y respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no necesitan médico, sino los que están enfermos. 32 No he venido a llamar justos, sino pecadores a arrepentimiento.

Nutrido aquel ingenio en las propias fuentes de la amplificación, no acertaba a expresar ningún concepto en términos justos y precisos, sino que los daba siempre por triplicado. Va de ejemplo. PEZ. Al punto a que han llegado las cosas, amigo D. Francisco, es imposible, es muy difícil, es arriesgadísimo aventurar juicio alguno.

Si exceptuamos Nana, Pot-Bouille y el Assommoir, todas las demás novelas de la serie de los Rougon duermen el sueño de los justos en los estantes de los libreros de acá y de allá.