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Y á su voz amorosa Enamorado palpitas, Tu cabellera lujosa En el seno precipitas De la recia tempestad; Y te envuelve con su manto Que el relámpago colora, Tu frente que el rayo dora Te la riega con el llanto De la mústia soledad. Y celosa de la tierra Que te nutre con su seno, Ruge como ronco trueno, Tus raices desentierra Con delirante furor.

Yo muero cuando veo que el cielo se colora Y al fin anuncia el día trás lóbrego capuz; Si grana necesitas para teñir tu aurora, Vierte la sangre mía, derrámala en buen hora Y dórela un reflejo de su naciente luz.

La sombra se colora con la pincelada roja y fugaz del disparo surgiendo de las ruinas. De las profundidades lóbregas contestan otros fulgores mortales. En el ambiente negro zumban los proyectiles, invisibles insectos de la noche. Al amanecer será el ataque arrollador, irresistible.

Diciendo esto, desabrochó el mas lindo seno que pudo formar naturaleza; un capullo de rosa sobre una bola de marfil parecia junto á él un poco de rubia que colora un palo de box, y la lana de los albos corderos que salen de la alberca era amarilla á su lado.

Se habían acabado, desde hacía largo tiempo, ese fulgor inseguro y seductor que colora los sentimientos nacientes, y ese dulce abandono que permite la embriaguez inconsciente de la juventud; en su lugar estaban la luz brillante y cruda de un conocimiento madurado por los años, la actitud fría y rígida que impone una conducta severa.

En esas horas de inefable calma, cuando las nubes, al morir, colora el rojo sol, y estremecida el alma inquiere, meditando, soñadora, ese tenaz misterio de la vida que engendra de la duda roedora la imagen maldecida... ¡cuántas veces, del mar en la presencia, y escuchando su música salvaje, creía, entre el rumor del oleaje, los gritos percibir de la conciencia!

Yo le veia entre las vagas nubes que colora el sol que presta su matiz dorado á la primer sonrisa de la aurora; la armonía solemne, grave, dulce y pausada, que encanta los sentidos en la tarde serena de luz, de aromas y de cantos llena, era su voz; el rayo su mirada; el ronco trueno, el ruido de su carro que cruzaba el Empíreo; su suspiro la brisa; su espejo el ancho mar; su manto el cielo, y el sol esplendoroso su sonrisa.

Simoun, como para aumentar la admiracion de los presentes, removía las piedras con sus morenos y afilados dedos gozándose en su canto cristalino, en su resbalar luminoso como de gotas de agua que colora el arcoiris. Los reflejos de tantas facetas, la idea de sus elevadísimos precios fascinaban las miradas.

¡Oh! no es cierto! sin duda quien tal dijo, Jamas tu álbum purísimo ha tenido, Porque entonces habria allí leido Lo que en sus hojas blancas yo leí: Lo que se lée en las ondas de los rios Cuando la blanca luna los colora; Lo que se lée en las nubes del aurora Entre celajes de oro y de carmin. ¿Qué podré yo decir, que ya no diga Esta página blanca de azucena?

Es blanca como la luna, Es pura como una estrella, Es tan cándida y tan bella Cual la primer luz del sol, Como esa luz que se mezcla A los tintes de la aurora, Y el verde campo colora Con espléndido arrebol.