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¡Muchas gracias!... recuerde usted que no debe prevenir a Beatriz el momento de su partida. ¡Por supuesto!... pero podré despedirme de ella sin decirle nada, supongo. Eso ... ¡claro está! respondió la vizcondesa.

Sólo Flimnap, siguiendo los consejos de su amor y seguro de la bondad del gigante, se atrevió á ir hacia él. ¡Gentleman dijo con voz llorosa , lléveme con usted, ya que su intención es huir para siempre de esta tierra! ¡Piense en , se lo suplico!... ¿Cómo podré vivir cuando el Gentleman-Montaña se haya marchado para siempre?...

Allá la ley te condena, Y aquí te absuelve mi aliento; Aquí puedo ser bizarro, Y allí he de ser justiciero; Allá he de ser tu enemigo, Y aquí ser tu amigo quiero; Que allá no podré dejar De ser Rey, como aquí puedo; Porque para que riñeses Sin ventaja cuerpo á cuerpo, Me quité la alteza, y sólo Vine como caballero.

¡Ay! hija mía, qué alegría me das... Al fin podré morir tranquila... No hables así, abuela adorada. Lo que hace falta es que vivas mucho tiempo... siempre. La abuela movió la cabeza con expresión de pena, y para no enternecerse más, me habló de la buena posición del señor Baltet, de sus gustos serios y de sus relaciones con el mundo de la ciencia. ¡Es alguien! dijo la abuela.

Ella será siempre para el tormento y la mala tentación de mi vida, y ... un hombre a quien no veo ni podré ver nunca sin violentísima antipatía. Haz aprecio de mi rara franqueza, ya que no puedas apreciar en otra cosa.... ¿Quieres que te lo diga más claro? Pues lo mismo me quemas la sangre ahora que antes.

Yo, Lucía, no podré llevarla a todas partes, porque ya he dejado de ser joven, y los cuidados del colegio me lo impiden; pero quiero que hagas mis veces, y ya lo sabes dijo con una ligera emoción en la voz dando un beso en la mejilla de Lucía , cuídamela. Que sientan que el que no pueda llegar hasta ti, no puede llegar hasta ella. Cuando haya una fiesta, llévala.

Pero tiempo podrá venir en que se enmiende esa falta, y no dura más en hacerse la enmienda de cuanto quiera vuestra merced ser servido de venirse conmigo a mi aldea, que allí le podré dar más de trecientos libros, que son el regalo de mi alma y el entretenimiento de mi vida; aunque tengo para que ya no tengo ninguno, merced a la malicia de malos y envidiosos encantadores.

Ahora , pensaba el Embajador, que podré buscar retiro en que pasar tranquilo y sin peligros los días de vida que me queden, dejando á estas naciones que gocen de su amor, después de haber hecho oficio de sacerdote en la unión conyugal .

Sin esta máscara no podré continuar. Algunos rostros de tejedoras, de fruteras, de simples mozas de cántaro, desfilaron por su mente. El sol se había puesto. Las calles estaban desiertas.

No le valdrá tu silencio; Que la natural pasión, Con experiencias dirá Cuál es mi hijo y cuál no, Y entonces podré dar muerte Al que no halle en mi favor. No te creas de experiencias De hijo á quien otro crió; Que apartadas crianzas tienen Muy sin cariño el calor De los padres; y quizá, Llevado de algún error, Darás la muerte á tu hijo.